¿Por qué seguir trabajando con niños en el evangelio?
¿Te has llegado a preguntar eso cuando te duele la cabeza el sábado por la noche? ¿O cuando ese niño nomás no deja de distraer a los demás? ¿O cuando la mamá te regaña por enésima vez convencida de que su hijo es un angelito que definitivamente merecía la paleta de buen comportamiento?
¿Por qué seguir?
Por que cuando los niños llegan a la clase bíblica, no conocen a Dios. No tienen idea de qué es el amor verdadero. No han visto el amor incondicional. No han experimentado el amor en disciplina. No saben la importancia de la obediencia. ¡Y están seguros de que no son pecadores!
Y tú, maestra o maestro, tienes el enorme privilegio de demostrar con tu actitud, tus palabras y tus hechos quién es Dios.
Viviendo ante ellos, tú demostrarás cómo es el amor incondicional que los ama a pesar de cómo se porten, pero un amor que requiere de obediencia y que permite disciplina. Tú les enseñarás que son pecadores y por qué es tan terrible.
Y algún día todas las verdades que han escuchado acerca de Dios a través de tantas clases repentinamente tendrán sentido, se armará el rompecabezas de todos los datos y conceptos que han aprendido.
Dirán, “¡Ah! Ya entendí. Dios es cómo mi maestra.”
Y todo habrá valido la pena.