Lo destacado de la semana:
Disfruté el parque esta semana. Casi cada mañana pude salir a leer mi Biblia allí afuera y ¡qué bonito es poder leer la Palabra de Dios rodeada de su creación! Siempre he anhelado poder tener mi tiempo devocional en un lugar así, verde y bonito. ¡Y agradezco a Dios la oportunidad de vivir en frente de un parque en donde lo puedo hacer!
La lección de la semana:
El ministerio de hace unos días se trató de María, la madre de Jesús. Y al pensar en ella me di cuenta que cuando el ángel se le apareció para avisarle del plan de Dios, prácticamente arruinó su vida. Como cualquier chica, María soñaba con un futuro feliz. Estaba planeando su boda, se estaba preparando para ser esposa y madre, seguramente alguna tía le había aconsejado sobre los mejores lugares para comprar fruta y verdura, seguramente su mamá ya le había enseñado a tejer cobijas y coser túnicas. Seguramente se había desvelado con sus primas y amigas en alguna pijamada platicando de cuáles nombres les pondrían a sus hijos y cómo los llevarían al sacerdote a presentarlos. María, como cualquier otra joven, estaba llena de sueños y planes.
Pero, luego vino el ángel.
Y lo que le dijo, no sólo cambió su futuro por completo, sino que también cambió cómo la trataban sus primas, sus tías y sus amigas. Pocos le creyeron. Comenzaron a correr rumores que la “chica buena” había fornicado. Sus tías probablemente prohibieron que se juntara con sus hijos. Sus amigas ya no la saludaban. Los más religiosos amenazaban con apedrearla.
Dios había derrumbado su sueño de vivir cerca de su mamá, de criar hijos junto con sus primas y de vivir una larga vida sirviendo a Dios en paz con su prometido, José.
Pero, a cambio, Dios le dio un servicio diferente.
Y eso es lo que Dios hace con nosotros.
Derrumba nuestros sueños. Nos cambia la vida. Cierra la puerta hacia el futuro que queríamos. Pero, a cambio, nos da un nuevo sueño, un nuevo camino y una nueva forma de servirle.