El ser humano se hizo a semejanza de Dios. Somos un pobre reflejo de lo divino.
Y el matrimonio, una institución creada para representar la unión de Cristo y la iglesia, es otro reflejo de algo celestial.
Pero, ¿qué tal si no somos los únicos? No es lógico pensar que toda la creación se diseñó específicamente para reflejar, aunque sea de manera limitada, algún aspecto del Creador?
¡No cabe duda!
Ezequiel 1 habla de unas criaturas celestiales. “Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila.”
Digo, es un capítulo que no me atrevo a explicar, pero da la idea de que hay seres del cielo que tienen más de una característica de algo terrenal. Un águila, por más majestuoso y feroz que sea, es sólo una faceta de este ser. La fuerza y constancia de un buey era sólo una parte de este ser. El león veloz y fuerte sólo representa un lado de este ser. Y el hombre con su intelecto sin rival y su capacidad espiritual es sólo un aspecto de este ser. ¡Es un ser incomprensible para nosotros!

Entonces, en el reino animal, quizás se pueda suponer que cada uno representa, de una manera pobre, pequeña, plana, algo divino. ¿La gracia del movimiento del antílope y el caballo, puede indicarnos un poquito de la elegancia de los movimientos en el cielo? ¿Qué nos enseña la increíble suavidad de una alpaca?¿Los colores brillantes del loro? ¿La rapidez impresionante del avestruz? ¿Qué aprendemos del Creador tomando en cuenta esas características?
Obviamente, no podemos entender realmente a Dios ni al cielo, pero me encanta pensar que Él nos ha dejado pistas, nos ha permitido vistazos de la magnificencia de Su ser a través de la creación. ¿No es maravilloso pensarlo? ¿Lo has pensado tú alguna vez? ¡Me encantaría saber si tú también has observado un toque divino en algo terrenal!