
–Ay, prima, ¡no te imaginas lo que me acaba de contar mi mamá!
–¿Lo de José?
–¡Sí! ¡Qué ve güenza tener un primo comprometida con esa…
–¡Ay, no hables tan mal de ella!
–Bueno, está bien. Pero, la verdad, ¡ni sé como verles a los ojos a los vecinos! José insistió en quedarse con ella… ¡Y la boda será en dos meses! ¡Como si nada!”
–Quizás a mi no me corresponda saber nada, ya que ni vivo aquí… Pero, explícame qué pasó exactamente con su comprometida. Yo sólo supe que mi papá y el tuyo consultaron con el papá de José para sugerir que una separación secreto solucionaría todo, pero nunca supe por qué. Pues, ¿qué hizo la pobre chica?
–Ay, prima, no la estás viendo que regresó de con su prima con la panza bien grande? ¡Está embarazada!
–¡Embarazada! ¡No! ¿Y alguien sabe de quién es?
–No, prima. Te estoy diciendo que no fue aquí… Mira, la muchacha se fue a ver a su prima, según, pero regresó ya con la panza. Tiene que haber sido alguien de por allá.
–Pero, ¿cuánto tiempo estuvo allí? No es más lógico que se haya embarazado aquí y luego fuera a quedarse con su prima hasta pasar el embarazo? ¿Y la vergüenza?
–No, pues, sí… pero entonces ¿qué hace aquí? Parece tener varios meses, según calcula mi abuela. Como que sí sería más lógico pensar que fue con alguien de aquí, pero… le hubiera ido mejor allá.
–Qué triste…
–¡Triste! Prima, ¿qué te pasa? Esa mujer es una vergüenza para su familia y para la nuestra. Ahora, tendremos un primo que se casó con una… una mujer impura, que merece la muerte. ¿Qué van a decir de nosotras? ¿Quién se va a querer casar con alguien que tiene una prima ramera?
–Entiendo lo que dices, pero realmente no veo cómo sus pecados puedan afectar nuestras vidas. Ni somos sus parientes, realmente. Sólo se va a casar con nuestro primo. Además, va a sufrir por lo que hizo. Piensa en lo que estamos haciendo tú y yo. Estamos hablando de ella, la estamos criticando. ¿Tú crees que hay alguien más en este pueblo que no lo esté haciendo? Todos la están viendo con ojos de juicio. A menos de que se mude a un lugar muy lejos de aquí, tendrá esa fama toda la vida. No creo que necesite más castigo que ése.
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33 años después.
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–No vas a creer lo qué pasó en la capital durante la pascua. Vine sólo para contarte.
–Tú sabes que no pude ir a la fiesta este año. Es que mi tía ya anda tan débil que no la puedo dejar sola. Pero, cuéntame, prima. ¿Cómo se la pasaron?
–No me refiero a lo que nos sucedió en la fiesta familiar. Estoy hablando de Jesús.
–¿Jesús? ¿El hijo de José? ¿El que se hizo famosillo?
–Sí. Ese Jesús y su fama ya pasó de mediocre a increíble. Todo Jerusalén lo adoraba.
–¿Por qué? Si ese niño no es más que un bastardo que se cree importante.
–Era.
–Ni era, ni es, ni nunca será. Al menos para esta familia, no. Me enteré de que algunos de los tíos ya lo aceptaron en sus hogares, ¡eh!, pero yo nunca lo aceptaré. No es hijo de mi primo y nunca lo aceptaré como tal. ¿Y te has fijado en cómo lo tratan sus medio hermanos? Me parece que ellos sí entienden la importancia de familia y bien saben que él no es uno de ellos…
–No, escúchame. Te estoy diciendo que era por que ya no es. ¡Lo mataron! ¡Los sacerdotes lo llevaron ante Pilato y lo convencieron que lo matara!
–¡Bah!…¿por qué?
–Pues, tú sabes que sus enseñanzas nunca agradaron a los sacerdotes… ¡pero, jamás pensé que llegarían al punto de crucificarlo!
–A ver, ¿lo crucificaron? Pues, ¿qué hizo, o qué?
–Dicen que su condenación fue ser ´Rey de los judíos.´
–¡Ja! Pues, en eso se equivocaron. Estamos esperando un Rey descendido de David, un Rey poderoso y triunfante que nos quite a estos Romanos de encima. No un hijo inútil de una ramera que se salvó el pellejo casándose con mi primo.
–Por favor, ya está muerto. ¿Por qué lo insultas así? Toda la vida lo criticaste por un pecado que cometió su mamá. ¿No le puedes mostrar un poco de compasión en muerte? Además, su mamá y nuestro primo siempre dijeron que nadie más que Jehová mismo era su Padre, insistieron que ella nunca pecó… Pobre de su mamá, me dicen que ella lo vio, dicen que estuvo al pie de la cruz. ¡Cuánto ha de haber sufrido! Perder a su esposo primero y, ahora, a su primogénito en el mismo año… ¡y de una manera tan horrible!
–No me vengas con todo eso de compasión. ¿Sabes qué? Está bien, él no tuvo la culpa de que su mamá haya sido… bueno, pecadora. Veo que andas bien sensible por esto de la crucifixión. Su mamá cometió un pecado. Él no tuvo la culpa, órale. Pero, no creas que le voy a tener mucha compasión a ella. Este sufrimiento que le tocó no es más de lo que se merece. Prima, ¡humilló a su padre! ¡Humilló a nuestro primo José! ¡Usó el santo nombre de Jehová para intentar escaparse de su situación! ¿Tú crees que Jehová va a pasar eso por alto? Claro que no, prima. Está viviendo exactamente lo que se merece.