La guía del Señor

Clamo al Señor que me guíe.
Que me haga ver claramente
Su alto camino,
y su plan perfecto.

Desesperada, temiendo
sentimientos confundidos,
no quiero perderme
la voluntad suya.

Como si no estuviera su columna
de fuego en la noche,
de nube en el día,
dando guía y protegiendo del desierto.

Como si no estuviera cerca y atento.
Con cada suspiro,
momento orando,
mi fe, mas no su amor hacia mí, aumenta.

El solitario

Hay soledad
en aislamiento. 
Silencio implacable.
Vacía reflexion.
Y vanas amistades
de la pantalla azul.

Hay soledad
en compañía.
Palabras y respuestas
con poca comprensión.
Suspiros de alivio
comunes al partir.

La soledad,
inevitable.
Mas Dios al solitario
le hace habitar
en una gran familia,
en plena comunión.
Imagen de Karen Sewell en Unsplash

Isaías 61: 1 y 3 en verso

Imagen de Kristina Tripkovic en Unsplash
Días de luto, 
tras la angustia 
de noches frías de tribulación.
Cada sueño
hecho ceniza, tu devastación
concluida.
La vida repleta de aflicción.
Mas Dios ordena:
ya no cenizas de desolación 
sino gloria.
Ya no quebranto a lamentar 
sino gozo.
Ya no la angustia en su desnudez
sino un manto 
de alegría.

la tormenta que conozco

Imagen de Matt Hardy en Unsplash
Esta tormenta la conozco.
Los truenos, las olas, el viento cruel,
Entraron hasta mi alma 
con amenazas que me helaron. 
Y luego, desvaneció. 

La tormenta me dejó 
quebrantada, pero me dejó. 
A ella, esta tormenta
la ataca, la ahoga, la cansa…
y yo nada puedo hacer.
Esta tormenta la conozco. 

Esta tormenta, la vuelvo a ver.
Los truenos, las olas, el viento cruel,
Hoy entran hasta su alma, 
Con amenazas que la helan,
y se vuelven realidad.

Mas, sí puedo compartir:
“Esta tormenta la conozco,
sé que a tu alma trae terror.
Pero también, conozco a Alguien
que aún esta tormenta, 
los vientos y el mar le obedecen.”