“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.”Romanos 4:6,7
David no vivió en el día de la gracia. Pero él aquí habla de cuando Dios “atribuye justicia sin obras”.
David conocía, por experiencia, la gracia y la misericordia de Dios.
David lo había experimentado, aunque vivía en los tiempos de la ley. Dios estaba mostrando su gracia mucho antes de la época del Nuevo Testamento, mucho antes del día de la gracia.
Abraham. Noé. David.

Estos hombres no eran mejores que los demás de su época. No eran mejores que yo. Nadie puede ser bueno o justo. Nadie. Simplemente hallaron gracia ante Dios. Dios simplemente decidió mostrarles gracia. Dios simplemente decidió trabajar en sus vidas y por eso tenemos sus historias.
¿Cuál es la diferencia entre Abraham y otro hombre de Ur? ¿Cuál es la diferencia entre Noé y sus consuegros? ¿Cuál es la diferencia entre David y el rey de los filisteos?
Cada uno respondió a la obra de Dios en su vida, creyó.
Es decir, estos hombres no son héroes. Son creyentes.
Claro, podemos decir que son nuestros héroes precisamente porque creyeron, pero es muy fácil pensar que ellos están en otro nivel espiritual que nosotros. Que eran hombres buenos o justos o menos malos que los que los rodeaban pero no lo eran.
Estos hombres (y muchos creyentes más) eran egoístas, mentirosos e idólatras.
Pero Dios les mostró gracia.
Dios les atribuyó justicia sin obras.
Tal como lo hace conmigo.
Tal como lo hace contigo.
El darme de cuenta de esto me animó. Todos estos “héroes de la fe” no tenían nada que yo no tengo.
Lo único que los detuvo de ser almas perdidas como los demás de su época, fue que cuando Dios les mostró gracia, le creyeron.
Y actuaron según ese creer.
Dios siempre ha mostrado gracia.