Acabo de leer El ministerio de la oración intercesora* de Andrew Murray, la versión electrónica de Aneko Press.* Ya he compartido la biografía del autor, creo que es el segundo libro de él que leo. Y es un libro que me mostró la gran falta de oración en mi vida.
El tema del libro no es la oración en general, se enfoca específicamente sobre la oración intercesora. El autor nota que es demasiado fácil enfocarnos en peticiones para nosotros mismos, pero aún ese no es su punto principal. Escribió el libro para personas dedicadas a tiempo completo a la obra del Señor.
Escribió el libro para animarles y recordarles que si trabajan sin orar, es totalmente inútil porque están dependiendo totalmente de su carne. Es más, lo mejor que puede hacer el que quiere ayudar a otros es pedirle todo a Dios: su fuerza, su compasión, su gracia, su doctrina, etc.
“… la parte más grande y más bendita de mi trabajo es pedir y recibir de mi Padre lo que puedo llevar a otros.”
Otro punto que señaló el autor es que para que una vida de oración realmente sea eficaz necesita ir respaldad por una vida santa. De hecho, lo primero que hay que hacer es confesar el pecado, antes de interceder. Y si no sabemos qué confesar, ¡podemos confesar aunque sea la falta de oración!
“Pueden existir otros pecados, pero lo seguro es que aquí hay uno que causa la pérdida…: no oramos como nos enseñan Cristo y la Escritura.”
Claro, la necesidad de la oración puede abrumarnos y el autor lo sabe. Él dice varias veces que la necesidad de todos los que nos rodean siempre será mucho más grande que nuestra capacidad de orar. Pero, nos anima a orar con fe.
“Mientras midamos nuestro poder de orar de manera correcta y con perseverancia por lo que sentimos o creemos que podemos hacer, sentiremos desánimo al oír cuanto debemos orar.”
“Pero si confiamos que, en medio de toda la debilidad de la que estamos conscientes, el Espíritu Santo, como Espíritu de súplica habita en nosotros, precisamente con el propósito de capacitarnos para orar de la manera y a la medida que Dios quiere que oremos, entonces nuestros corazones se llenarán de esperanza.”
Creo que la lección más preciosa para mí fue que el libro me hizo recordar que la obra depende de Dios.
“… mi primera obra, mi única fuerza es la intercesión, obtener el poder De Dios sobre las almas que se me han confiado…”
El ministerio de la oración intercesora me mostró lo poco que oro por otros, me hizo confesar esa falta de oración, me motivó a orar antes que trabajar.