Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. Jeremías 1:7
¿Alguna vez te has sentido muy joven?
¿Te has sentido demasiado pequeña? ¿Demasiado inexperto?

Dios tiende a llamar a los que se sienten así.
“Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.” ~Gedeón
“¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” ~Moisés
“¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa…?” ~Salomón
En cada una de estas situaciones, Dios los había llamado a hacer un trabajo especial y ninguno estaba seguro de que lo podía hacer. Se sentían pequeños e inexpertos.
Pero Dios ayudó a llevar a cabo esas obras especiales.
Tú también, creyente, eres llamado a ser misionero, ¡a compartir el Evangelio! De hecho, aquí está escrito en Marcos 16:15, “ Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Nótese que el Señor estaba hablando a todos sus seguidores, no sólo a los apóstoles.)
Y ¿sabes qué? Si no estás seguro por dónde empezar, si no sabes cómo seguir ese llamado, busca ayuda. Gedeón verificó la voluntad de Dios muchas veces antes de actuar según el llamado. Moisés pidió que Aarón, un hermano mayor, lo ayudara. Salomón construyó todo el templo, pero los planos y diseños ya los había hecho su papá.
Ninguno de estos inexpertos comenzó solo.
Pero, todos comenzaron.
Obedecieron el llamado del Señor.