No hay vida productiva sin muerte.
Quizás suene morboso, pero es una verdad que encontramos en la Palabra de Dios.

“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” Juan 12:24
Si no muero a mi mismo, mi vida será inútil para Dios.
Es una verdad sencilla, pero muy, muy difícil.
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Juan 12:25
Conservar tu vida, no morir a ti, indica que amas más a tu vida que a Dios. Y es una pérdida total.
Pero, odiarla, es decir, actuar como si no importara, te llevará a fruto eterno.
Dios espera de nosotros que nos neguemos, que muramos, que ya no mandemos en nuestra vida.
Y no estamos hablando de vida física.
Es la vida interior: las emociones, los deseos, los sueños, la identidad.
Si realmente quiero dar fruto eterno, habrá un sacrificio.
El sacrificio de mí misma.
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Lucas 9:23
Si quiero ser discípulo de Cristo, mis emociones ya no dictarán cómo reacciono. Mis deseos ya no serán relevantes en mis decisiones. Mis sueños ya no serán mis metas.
Mi identidad se perderá completamente en Cristo.
Ahora, la pregunta es, ¿quiero vivir?
Yo voy por el camino de cristo y cojo mi cruz el camino es muy espinoso pero llega a la vida de Jesucristo y hay su volver a nacer y morir nuestro pasado para revivir con nuestro señor