¿Alguna vez te has sentido como hipócrita?
Esto puede suceder cuando vives de una manera que no sientes que es sincera. Cuando actúas según lo que sabes que es correcto, pero no corresponde a lo que sientes.
Cuando tus convicciones dictan una cosa, pero tus emociones te llevan por otro lado.
Quizás puedas sentir que no estás siguiendo tu corazón si hay un joven que te gusta, pero sabes que no es la voluntad de Dios porque él no es salvo. O quizás no te sientas sincera porque estas tratando con amabilidad a una hermana en Cristo, cuando realmente te sientes enojada y ofendida por algo que te dijo. Nuestras emociones dicen una cosa, pero nuestra consciencia o la voluntad de Dios dice otra.
Cada creyente ha sentido esto en algún momento.

Pero, estas palabras de Hannah Whitehall Smith tratan con el conflicto de una manera sencilla y profunda.
“No te preocupes. Sólo son tus emociones y no vale la pena preocuparte por ellos ni por un minuto. Sólo asegúrate de que tu voluntad esté en las manos de Dios, que tu persona interior se ha dejado completamente a Él, que tu elección, tu decisión esté de acuerdo con Él y así que se quede. Tus emociones, como un pequeño barco anclado lanzado de un lado para otro por las olas que poco a poco cede al tiro constante del cable, al encontrarse atados al inmenso poder de Dios mediante la elección de tu voluntad, inevitablemente serán tomados cautivos y cederán su lealtad a Él. Y tarde que temprano reconocerás la verdad de decir que “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios…”
Tuve que leer esta cita varias veces para entenderlo por completo.
El punto es: si mis emociones me llevan en una dirección y la voluntad de Dios me lleva en otra dirección, mi único deber es obedecer. Dios se encargará de lo que siento.
Es decir, no me corresponde ni preocuparme por, ni obedecer mis emociones. Lo que siento, mientras es real, es irrelevante. Me corresponde obedecer solamente, y tarde que temprano, mis emociones también obedecerán mi voluntad, la cual he cedido a la voluntad de Dios.
Francamente, he experimentado esta verdad varias veces en mi vida, en mi trabajo y en mi matrimonio. Y estoy segura qeu seguiré aprendiendo la misma lección en el futuro.