Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. Lucas 9:16
Cuando leemos la historia de cómo Cristo dio de comer a tantas personas, generalmente nos enfocamos en el milagro.
No es malo.
Pero, hoy quiero ver otro aspecto.
“…y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.”
Si Cristo milagrosamente multiplicó el pan y los peces, ¿por qué no hizo que milagrosamente aparecieran en las manos de cada persona allí? Pues, Él decidió usar a los discípulos para repartir la bendición de la comida.
El Señor elige usarnos para su obra.
En oración nosotros le pedimos que haga cosas que nosotros no podemos hacer: salvar almas, tocar corazones, sanar cuerpos, abrir ojos espirituales, dar sabiduría…
A la vez, Él nos pide a nosotros hacer lo que sí podemos hacer: repartir comida, dar apoyo moral, mostrar amor, hablar del Salvador, orar con las personas.
En esa ocasión, los discípulos tuvieron la increíble oportunidad de ser parte del milagro que Cristo hizo, aunque quizás en el momento, ellos no sabían que dos milenios después aún se hablaría con asombro de ese día.
Y tú también tienes la increíble oportunidad de ser parte de una gran obra que el Señor va a completar. Una obra que, vista desde la eternidad, tiene valor inmenso.
Los discípulos hicieron lo que Cristo les pidió en ese momento.
Algo sencillo, servir pan y pescado.