Debes empezar con un recipiente de salvación de acero inoxidable. Notarás que esta ya viene llena de vida eterna, es decir, ilimitada.
Luego, agrega 1 cucharada sopera de jarabe de gozo. Ésta se incorporará de inmediato pero al poco tiempo verás que se hunde y forma una bola en el fondo del recipiente. Esto es porque aún no has agregado el líquido claro que viene en una botellita negra, el vinagre de sufrimiento. Casi siempre, el jarabe de gozo y el vinagre de sufrimiento se venden juntos, ya que se necesita el sufrimiento para que se disuelva el jarabe y quede su dulce sabor completamente incorporada a la bebida. Siempre hay que agregar la misma cantidad de sufrimiento que de gozo (el vinagre hace que la dulzura del jarabe se intensifique un poco, entonces siempre tendrá un sabor un poco más fuerte el jarabe.)
Después, agrega dos cucharadas soperas de Señorío de Cristo. Procura que se la esencia más pura y fuerte que encuentres porque la intensidad del sabor depende mayormente de este ingrediente clave.
Para completar la bebida, agrega 1 cucharada sopera de amor en polvo. Hay que moverlo con una cuchuara porque es mucho más difícil que se incorpore. Pero, no recomiendo reemplazarlo (como algunos sugieren) con el amor líquido que se incorpora de inmediato, ya que la sustancia del amor en polvo tiene un sabor más sincero y es duradero, mientras que el sabor del amor líquido se evapora en poco tiempo y si se contamina con una gota del vinagre de sufrimiento, ni se diga…
Esta bebida te va a durar toda la vida, pero para que te sepa igual de fresco y rico cada mañana, hay que echarle unas gotitas de la Palabra de Dios, esto es al gusto. (Aunque por ahí comentan algunos abuelitos que entre más gotas, mejor el sabor.) Y como último toque esencial, hay que espolvorearlo con oración durante el día.
Esta receta te será de mucha utilidad, pero advierto que si buscas quitar un ingrediente o reemplazarlo con una imitación, te va a salir completamente amargo.