
Hace unos días estaba escuchando una entrevista con un investigador sobre el suicidio.
En la investigación los amigos y familiares de la gente que se quitó la vida dijeron que tenían expectativas extremadamente altas de sí mismos y de la vida en general. Estas personas esperaban tanto de sí mismos que cuando pasaban por cosas normales como épocas difíciles, exámenes reprobados o pérdidas de trabajo sentían que se les había derrumbado el mundo y no tenían por qué vivir. Obviamente, existen más factores en los casos de suicidio, pero esta investigación señaló algo interesante que yo nunca había considerado.
Las personas más propensas a depresión y a quitarse la vida eran perfeccionistas.
Esperaban perfección de sí mismos y, por consiguiente, de la vida en general.
Me sorprendió pero no debe sorprenderme. Una de las trampas preferidas de Satanás es hacernos creer que necesitamos ser perfectos y si no lo somos, al menos, aparentarlo. Satanás nos presiona a cumplir con falsas expectativas, sean nuestras o sean impuestas por el mundo que nos rodea. Satanás nos hace pensar que necesitamos ser “buenas personas” o “creyentes de excelente testimonio” y cuando nos damos cuenta de que no lo somos, nos hace pensar que hay que esconderlo y proyectar una perfección que sabemos que no tenemos. Luego, cuando la vida ataca y destruye esa máscara de perfección que con tanto cuidado hemos creado, nos sentimos un fracaso, un caso perdido.
Y precisamente esa es la meta del Enemigo, porque si somos un caso perdido, quiere decir que no hay redención para nosotros y la depresión es tanta que ni la buscamos.
Pero en contraste, ¡Dios nos quiere redimir!
(De hecho, Satanás está trabajando directamente en contra de ese propósito que Dios tiene de redimirnos.)
Dios nos da la libertad de reconocer lo que somos: pecadores fracasados.
Dios nos muestra lo perdidos que estamos, nos muestra nuestras imperfecciones y la larga lista de fallas que hay en nosotros.
Y luego, nos ofrece amor, perdón y una oportunidad más. Siempre.
Dios no esconde nuestro pecado. No hace como que no existen nuestros fracasos. Nos ayuda a enfrentarlos y luego suple toda nuestra necesidad: nuestra necesidad de ayuda, de redención, de volver a intentar.
¡Cuán inmenso nuestro Dios! ¡Cuán increíble su paciencia! ¡Cuán grande su amor por nosotros!
Él hace todo lo posible para que no nos quitemos la vida.
De hecho, nos ofrece más. Vida en abundancia.
Entonces, mi meta es dejar atrás mi perfeccionismo.
Abandonar esa falsa máscara de “buen testimonio,” no porque no quiero dar un buen testimonio sino porque Satanás quiere hacerme creer que la perfección es un buen testimonio, cuando no es cierto.
Dios nos dice que un buen testimonio consiste en amarnos unos a los otros, en discernir la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios, en cuidar del huérfano y la viuda, en conocerle a Él y en perdonarnos los unos a los otros.
¡En ningún momento menciona ser perfectos!
Reconocer todo esto, las mentiras de Satanás y la verdad que nos ofrece Dios, no resuelve la depresión clínica.
Pero, esta Verdad puede ayudarnos a todos a combatir esas mentiras que llegan a nuestras mentes.
Cuando oigo, “No eres buena cristiana, te van a preguntar por qué no hiciste X” puedo responder, “Dios me llamó a hacer Y. Él sabe por qué no hice X.” Cuando oigo, “Si realmente amaras al Señor, viajarías a tal lugar” puedo responder, “Dios me ama aunque no haya ido.” Y cuando oigo, “Otra vez fallaste en tu meta de romper ese hábito” puedo responder, “Dios está enterado de que fallé, lo confesé y voy a empezar de nuevo, ¡porque mi Dios es Dios de segundas oportunidades!”
Es triste que la búsqueda de perfección lleve al suicidio.
Es una obra de Satanás.
Pero puedo combatir ese peligro con la Verdad de Dios, no sólo en mi vida, sino también en las vidas de otros.