¿Alguna vez has escuchado de un misionero que dejó su trabajo por un tiempo para estudiar más? ¿Qué pensarías si te tocara oírlo?
Quizás la reacción más común sería la de sorpresa y desacuerdo. ¿Cómo dejar la obra? ¿No son más importantes las almas que algún título? ¿No es irresponsable dejar de evangelizar a tiempo completo?
Mientras esa reacción es lo más esperado, quizás no sea la reacción más saludable, ni la más sabia.
Un misionero necesita capacitación.
En un mundo ideal, el misionero comenzaría la obra ya con capacitación. Pero, eso no siempre sucede. Además, hay buenas razones para continuar la capacitación después de estar en el campo misionero.
Pero, no sólo se trata de misioneros a tiempo completo. ¿Qué tal el creyente “normal”?
El creyente que vive en su lugar de origen pero quiere compartir el evangelio ¡también necesita capacitación!
Esta entrada es una de cuatro en las que voy a hablar de la capacitación y la preparación que cada creyente misionero puede tener y por qué es importante, seas misionero a tiempo completo o no. (Puedes leer las otras partes aquí: parte 2, parte 3, parte 4.)
Hay dos principios importantes en la Biblia sobre las que me baso para decir que es importante capacitarte para ser creyente misionero. Primero, es la importancia de hacer tu mejor esfuerzo en todo.
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor… Colosenses 3.23
Ese es uno de los principios que debe guiarme en todo lo que aprenda, desde mi educación formal académica hasta mi experiencia laboral. Pero, no es el único. Mientras ese principio me enseña que debo hacer mi mejor esfuerzo en la tarea que se me dé, existe también el principio de ser buen administrador.
…se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. 1 Corintios 4:2
Es decir, en todo lo que se me da, debo ser sabia en su uso, debo ponerlo a trabajar para el Señor.
En la administración, muchas veces pensamos en lo económico, pero el dinero no es lo único que Dios nos da. Dios nos da cerebro, dones y habilidades naturales que podemos administrar bien o mal.
Es por eso que quiero compartir mis convicciones sobre la preparación y capacitación continua de cada creyente como misionero, como compartidor del evangelio.
Para mejor compartir el evangelio, necesitamos ser buenos administradores de los talentos que Dios nos dio y desempeñar nuestras tareas con todo nuestro esfuerzo.
Pero, si no estamos preparados, si no hemos pulido nuestras habilidades, si no hemos desarrollado nuestros dones, nos podríamos ver limitados al momento de compartir el evangelio. Tenemos una responsabilidad de capacitarnos para ser misioneros o ya siendo misioneros.
¿En que formas nos podemos capacitar?
Pues, lo primero es medio obvio. Nos podemos preparar con estudios académicos. La cultura general y el conocimiento básico que la escuela nos da nos ayudarán a entender el mundo que Dios creó y las reglas que lo rigen.
¡Otra capacitación muy eficaz es la experiencia! En la universidad, la experiencia nos enseñará mucho. Generalmente, la experiencia se basa en nuestros errores para enseñarnos, ¡pero no por eso hay que detenernos! Las experiencias, sean exitosas o desastrosas, tienen mucho que enseñarnos si estamos dispuestos a ver cada experiencia como creyente misionero como otra parte de nuestra preparación.
Finalmente, una manera sorprendente de prepararnos es enseñar. Creo que no hay ni un maestro que lo niegue, ¡enseñar te enseña más que cualquier otra actividad! Entonces, cuando nos toque ayudar a un amigo, cuando nos hagan una pregunta, cuando tengamos que explicar algún concepto, aprovechemos para profundizar y entenderlo mejor.
La educación académica te dará una base esencial sobre la cual podrás construir el resto de tu capacitación para ser creyente misionero.

Nunca se deja de aprender.
Seguido se dice y es totalmente correcto. Un creyente misionero continuará su capacitación después de graduarse, pero de una manera más específica. Después de terminar de estudiar, se estudia, ahora quizás más a fondo, la Biblia. Hablaré de cómo hacerlo en otra entrada, pero hay que apartar tiempo para estudiar tal como se hizo para la escuela. Hay que sentarse, leer, analizar y hacer preguntas. La Biblia es la base de nuestra fe y si no la estudiamos pronto encontraremos al evangelizar que nuestras convicciones se basan sobre arenas movedizas.
La experiencia de vida cambia y dará más oportunidades para poner en práctica no sólo todo lo que aprendí en la escuela, sino también lo que estoy aprendiendo en la Biblia. Así que, hay que hacer lo que estoy aprendiendo. No importa si paso momentos incómodos, si cometo errores. La experiencia de poner en práctica lo que estoy aprendiendo me preparará para ser mejor creyente misionero.
Y claro, enseñar la Biblia también me ayudará. ¿Me preguntaron en el trabajo por qué vivo de cierta manera? ¿Los ancianos me pidieron que enseñara una clase bíblica? ¿Un niño preguntó por qué hay un pan y una copa en la mesita del centro cada domingo? ¡Hay que aprovechar! Al enseñar la Biblia, la entenderé mejor yo.

Los estudios académicos y de la Biblia, la experiencia al poner en práctica lo que aprendes y el enseñar lo que sabes nos ayudarán a desarrollar las habilidades, el talento y los dones que Dios nos ha dado y usarlas de la mejor manera, como buenos administradores, para evangelizar.
El próximo lunes, publicaré la parte 2 de esta serie sobre la capacitación del misionero.