
¡Hay tanto que hacer!
No necesito hacer una lista de tareas. Cuando leíste esa frase, seguramente vino a tu mente cosas que sientes que debes hacer. Nuestros quehaceres nos abruman, muchas veces. Y es por eso que he sentido tanta libertad en la palabra “No”.
Soy la persona más dispuesta a ayudar, a suplir necesidades, a estar ahí para arreglar, apoyar, añadir… y me abrumo yo sola. Es un hábito terrible que me ha dejado totalmente exhausta y vacía en más de una ocasión.
Pero, el mismo Señor Jesucristo que es Dios Omnipotente no lo hacía todo cuando estaba aquí en la tierra. ¿Qué me hace pensar que yo sí podré con todo?
El Señor Jesucristo se retiró en más de una ocasión para estar a solas, o para descansar con sus discípulos. Dejó ciudades enteras que querían verlo para ir a lugares en donde no lo seguirían.
¡Había tanto que hacer!
Había demonios que podría echar fuera, enfermos que podría sanar, pobres que podría alimentar. Pero, el Señor Jesucristo no dejó que todo lo posible lo distrajera de lo imprescindible. El Señor dijo “No” a muchas cosas buenas que no eran parte de su misión.
Yo también, como tu, tengo un llamado específico. Tengo una razón por la que Dios me puso en este lugar.
Tengo una misión específica.
Y eso me da la liberta de decir “No” a todo lo que podría hacer que no es parte de mi misión.
No tengo por qué presionarme a hacer algo que otros hacen muy bien. No tengo por qué apoyar en un proyecto que, mientras interesante, no tiene nada que ver con mi llamado. No tengo por qué sentirme culpable si no digo “Sí” a cada oportunidad que se me presenta. Al contrario.
Cristo, nuestro ejemplo a seguir, dejó sin hacer muchas cosas buenas para enfocarse en lo mejor, en Su misión. Tenemos el privilegio de hacer lo mismo.