El inscribirse a una escuela nueva.
El iniciar un matrimonio.
El cruzar un puente de madera vieja.

Estas son situaciones que nos incomodan. Claro, ¡son emocionantes! Pero, son situaciones en las que hay tantas cosas nuevas que a veces no sabemos qué hacer. En la otra escuela y en la vida soltera sabíamos qué hacer. ¡Nos era fácil caminar sobre tierra firme! Sabíamos cuál era nuestro lugar y qué actividades nos correspondían. En una situación nueva, hay que volver a aprender todo eso.
Y es intimidante.
Pero, cada vez estoy más convencida de que Dios hace eso a propósito.
Dios nos pone en situaciones incómodas, intimidantes y a veces abrumadoras con un plan.
Y Su propósito es que dependamos de Él.
En cada decisión que tomamos, quiere que le tomemos de la mano. Quiere que estemos totalmente rendidos a Su voluntad, quiere que reconozcamos nuestra incapacidad de hacer algo sin Él.
Somos muy malos para confesar nuestra debilidad.
Es por eso que Dios con frecuencia nos pone en situaciones nuevas, en circunstancias incómodas.
Por que cuando no sabemos qué hacer, lo buscamos. Cuando nos sentimos impotentes, corremos a Sus brazos. Sólo estamos dispuestos a reconocer nuestra incapacidad ante Él cuando no tenemos idea sobre cómo proceder.
¡Y nuestro Dios amoroso lo sabe!
Entonces, cuando me encuentro en una situación nueva, sintiéndome totalmente inadecuada e incapaz, es momento de darle gracias a Dios.