Estamos estudiando el libro de Romanos los miércoles y el día que estudiamos el capítulo ocho, el versículo seis me llamó la atención.
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
No es un versículo que requiere de mucha explicación. Pero, sí es una verdad directa y difícil.
Pensé en mi carne, en mis deseos.
¿Cuánto tiempo, durante un día, paso pensando en algo del Espíritu?
Mientras lavo trastes o manejo a la escuela, ¿qué porcentaje de mis pensamientos se tratan del Espíritu? ¿Y qué porcentaje se trata de la carne?
Y no sólo pensando… ¿Qué tal hablando? ¿Leyendo? ¿Escribiendo? ¿Escuchando?
De las 24 horas del día, se supone que duermo siete u ocho, pero me quedan 16 horas más. Supongamos que el trabajo o la escuela me quita entre seis y ocho horas de concentración o de espacio mental.
¡Me quedan horas para ocuparme de lo que yo quiera! ¡Horas!
¿Y en qué las ocupo? Cuando escucho estaciones de radio o podcasts, cuando veo programas o videos en YouTube, cuando escucho música, leo artículos y libros, cuando envío mensajes de texto… ¿Estoy alimentando la carne? ¿O estoy nutriendo mi vida espiritual?
Ese día tuve que reconocer que muchas de las cosas que elijo, no son para mi bien espiritual. ¡Claro, no estoy escuchando, viendo o leyendo basura! Pero, quizás allí está el peligro. Ocuparme en cosas que mientras no son malas, tampoco me hacen bien.
Los placeres más inocentes son fáciles de permitir en mi vida… y luego es fácil perderme en ellos y jamás dedicar tiempo al Espíritu.

Un video chistoso en YouTube ¡no tiene nada de malo! Pero, ¿cómo compararlo con escuchar la grabación de una predicación del evangelio?
Una conversación por Messenger sobre la maravilla que es el brownie con un poco de chile güajillo, está bien. Pero, ¿es más el provecho que cuando compartimos un versículo de la Biblia?
La última canción de Tori Kelly puede ser relativamente inocente. Pero, ¿qué tal la profundidad la letra de “O profundo amor de Cristo”?
¡No quiero dar a entender que todo esto es malo, horrible y hay que sacarlo de nuestra vida! Claro que se pueden disfrutar videos de YouTube, canciones pop y conversar sobre superficialidades. Pero, este versículo me recuerda que debo checar mis tiempos. Debo estar consciente de la cantidad de tiempo que estoy ocupando en cosas de poco provecho. Porque aunque sí se disfruten aquí, los placeres de la carne desvanecerán en el cielo, mientras que las cosas sustanciales, las de provecho espiritual, se convertirán en tesoros.
No se trata de abandonar todo lo que disfruto. Sólo se trata de inversión.
A final de cuentas, todo lo que yo hago aquí en vida es una inversión.
Y Romanos 8:6 me recuerda cuales inversiones valdrán la pena en la eternidad.