Cuando compartes el evangelio con alguien y pronto después dice que es salvo, ¡qué gozo!
Cuando das alguna enseñanza bíblica y sabes que el Señor te está ayudando y que este mensaje puede cambiar las vidas de los que te escuchan, ¡qué gozo!
¿Y cuando no?
¿Qué pasa cuando tienes 4 años predicando el evangelio en el mismo lugar a muchas personas diferentes y la mayoría se duerme?
¿Qué pasa cuando hablas con las personas sobre la Biblia y no te hacen caso ni cambian nada en sus vidas?
¿Qué pasa con el gozo?
En Lucas 10:20, los discípulos acababan de regresar de un viaje misionero. Habían salido a predicar que el Salvador había llegado y el reino de Dios estaba aquí. Muchas personas los habían escuchado ¡y muchas habían creído! Habían sentido poder espiritual y autoridad al echar fuera los demonios. ¡Los demonios los habían obedecido! Y regresaron regocijándose.
¿Qué les contesta el Señor?
…no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
Llegaría el día cuando saldrían a predicar y la gente no se detendría a escucharlos. Llegaría el día cuando no podrían hacer milagros como echar fuera demonios. Pero, el Señor no quería que por eso dejaran de regocijarse.
Aún en los tiempos sin resultados, aún cuando no parecían tener poder, los discípulos podían y debían regocijarse. Debían regocijarse porque eran salvos.
¿Y tú? ¿Has sentido que tus esfuerzos en el evangelio no dan resultados? ¿Has sentido que no tienes poder espiritual para enfrentarte a tus “demonios”?
Puedes regocijarte.
Si tu nombre está escrito en los cielos, puedes regocijarte.
Y ese es el reto que te dejo hoy: regocíjate por tu salvación.
Este fin, quizás no verás resultados ni poder. Sin embargo, puedes regocijarte según el mandato del Señor en Lucas 10:20.
“…regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”
