el evangelista más grande de China

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Imagen de vidani.com

A Jonathan Goforth, “el evangelista más grande de China,” lo habían atacado los insurgentes con sus espadas dejándole tajos en la espalda, el cuello y la cabeza.

¡Apenas tenía dos años como misionero y ya estaba medio muerto!

Jonathan era un creyente de Canadá, y cuando escuchó el reporte de un misionero a Taiwán supo que Dios lo estaba llamando a ser misionero. Pero fue un libro de Hudson Taylor que lo convenció de que debería ir a China. Mientras él se preparaba y se capacitaba para la vida misionera, conoció a Rosalind Bell-Smith, de Inglaterra. Cuando Jonathan le propuso matrimonio, también le declaró que su intención era ir a China como misionero y que le estaba pidiendo que lo acompañara en esa vida de sacrificio. Ella respondió, “Sí, siempre.”

La primera tarea que tuvieron después de llegar a China era aprender el idioma. A Jonathan le costó mucho trabajo avanzar, pero desde que pudo formar frases básicas ya estaba afuera en las calles compartiendo el evangelio como pudiera. Hubo una interrupción cuando a los dos años, los insurgentes comenzaron a pelear y ferozmente atacaron a Jonathan. Lo dejaron en condiciones graves, pero la familia logró escaparse a un territorio neutral y pudo sobrevivir.

Poco después de este ataque, los Goforth regresaron a Canadá por un tiempo en donde Jonathan se vio decepcionado por la apatía de los creyentes. Al regresar a China, Jonathan se lanzó de nuevo a la obra evangelística, a pesar de dificultades personales (el fallecimiento 5 de sus 11 hijos) y en la obra (su lentitud al aprender el idioma).  Al principio de su obra misionera, él y Rosalind iban a mudarse a una provincia y el muy conocido Hudson Taylor le envió una carta en la que aconsejaba:

Hermano, si deseas entrar a esa provincia, deberás avanzar de rodillas.

~H. Taylor

Esa frase llegó a ser el lema de la obra de los Goforth y vez tras vez al pedir en oración la provisión de Dios, la recibían. En una ocasión, oraron que Dios enviara un evangelista chino para ayudarles, ya que se estaban cansando físicamente de predicar tanto (él predicaba a los hombres, mientras ella hablaba con las mujeres). Al día siguiente, llegó un creyente a su casa diciendo que quería servir al Señor. En otra ocasión, oraron que Dios enviara fondos y obreros para una obra fuera de la ciudad donde vivían y Dios envió todo.

¿Cómo fue tan poderosa su oración?

Según Jonathan Goforth, la clave es la confesión.

Un día, él estaba predicando cuando la convicción del Señor vino a su corazón. A media predicación sintió que el Señor le estaba indicando que debería de ir a reconciliarse con un hermano. Él continuó predicando, pero en su mente estaba argumentando, “Pero, Señor, ¡él tiene la culpa del conflicto entre nosotros!” El Señor siguió obrando en su corazón hasta que Jonathan no pudo más. Decidió ir con el hermano para buscar la reconciliación y cuenta que de ese momento en adelante, no sólo en esa predicación sino donde quiera, el Espíritu Santo conmovía las almas de los oyentes para salvación. Esta experiencia fue una de las que lo convenció de la importancia de confesión de pecados, no sólo para salvación sino para comunión entre hermanos y para que el Espíritu obrara libremente entre ellos.  Donde él predicara caía el temor de Dios sobre los oyentes y comenzaban a confesar su pecado y buscar el perdón a través de Cristo. 

Esta es la historia de Jonathan Goforth, un hombre ferviente en predicación y en oración.

Cuando murió, a los 77 años, aún estaba predicando, compartiendo lo que Dios estaba haciendo en China y animando a los hermanos a ir también y predicar. goforthcouple.jpg

Me impresiona la obediencia de Jonathan Goforth. Él estuvo dispuesto a ir al otro lado del mundo cuando el Señor lo llamó, a ponerse en peligro si el Señor lo guiaba a un lugar lleno de insurgentes, a hablar con un hermano conflictivo para reconciliarse porque el Señor se lo indicó. Estaba dispuesto a confesar sus pecados al Señor y a otro hermano si fuera necesario con tal de que el evangelio se predicara en todo el poder del Espíritu. 

Comentarios: ¡me encantaría saber qué piensas!

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