Hace varios años publiqué esta entrada en inglés. Hoy, lo quiero compartir con ustedes ¡porque creo que el mensaje es igual de relevante!
En el pueblo donde crecí, un hermano tiene un negocio de herrería. Hace poco, en el taller se oía un canto conocido de la boca de uno de los trabajadores.
El hermano se dio cuenta que el hombre, ya con más de 20 años, estaba cantando “Cuidado mis ojitos lo que véis.”
Resulta que el empleado antes iba a la escuelita bíblica. Nunca fue salvo y con el tiempo dejó de ir.
Pero aún recordaba los cantos.

¡Con razón siempre le era importante a mi papá que cantáramos ciertos coritos en la clase bíblica!
La mayoría de los cantos en nuestros himnarios hablan sólo de historias de la Biblia o principios bíblicos, por ejemplo, “Sólo un jovencito” o “Mi Dios es tan fuerte.”
Mis cantos preferidos son los que hablan directamente del evangelio como el canto de los crayones.
Por otro lado, hay unos coros que no enseñan mucho, se tratan más de diversión. Un ejemplo de esto es “Soy soldado de Jesús.”
Y a primera vista no tiene nada de malo…
Pero, es que cuando le enseñas a los niños un canto, se les va a quedar.
Llevarán ese canto con ellos a sus hogares. Sus padres los oirán. Años después, como adultos, recordaran partes del canto. Quizás hasta sus hijos los oigan.
¿Qué queremos que recuerden?
¿“Soy soldado de Jesús” y “Nuestro padre Abraham tiene muchos hijos…”
O ¿queremos que recuerden “La B I B L IA es el libro de mi Dios” y “El camino al cielo es Cristo…”?
¡Los cantos que enseñamos a los niños son muy importantes!