Enséñame el contentamiento. Cuando todo es abundante, mis manos, llenas de bendiciones. Tengo todo lo que necesito también unos cuantos lujos, además, Cristo, conmigo, y rebosa mi corazón. Enséñame el contentamiento. Enséñame el contentamiento. Cuando carezco de tanto… y mis manos, esperando vacías, ni siquiera lo que necesito, mucho menos ciertos lujos. Pero está Cristo conmigo. y Él llena mi corazón. Enséñame el contentamiento.
Poemas
Mi gran propósito
Mi gran propósito es ser como Cristo. Y todo lo que Dios trae a mi vida— las bendiciones y tribulaciones, cada lucha, maravilla o triunfo— son simples herramientas en sus manos, en manos del carpintero perfecto. Y cortan, aplanan, lijan y pulen, y al fin, mi alma, hermosa y útil, reflejará en sus brillantes facetas a Aquel que con tanto amor la labró.
¡Aleluya!
Él es digno. Toda gloria, toda honra, adoracón, y bendición demos a Él. Solo Él es soberano, bondadoso, de eternidad en majestad, ¡gloria a Él!
días cotidianos
Hay más honra para Dios En días cotidianos bien vividos Que en actos “muy gloriosos”. Se complace mucho más En días cotidianos bien vividos.
Mi principito
Yo conozco un principito, cachetón y muy travieso. Es un niño exquisito, su carita exige un beso. Tiene boca encantadora, como un botón de rosa, una risa que enamora, y sonrisa muy graciosa. Sobre ojitos avispados, elocuentes cejas tiernas. Siempre trae los pies cruzados, bajo largas, fuertes piernas. Sus deditos son preciosos, (los nudillos con hoyuelos), que dirigen, imperiosos, el andar de sus abuelos. Y si éramos felices, él nos convirtió en trío, trajo gozo con matices, Principito, ¡niño mío!