Hay ocasiones cuando compartido el evangelio pero he visto que el mensaje parece no afectar a la persona. Ahora sé que si me hubiera tomado el tiempo de hacerme unas preguntas, me hubiera ayudado a compartir el mensaje de una manera que quizás hubiera tenido mayor efecto en los oyentes. Entonces, hoy te comparto estas tres preguntas esperando que el considerarlos antes de compartir el evangelio con alguien te ayuden a no cometer los mismos errores que yo.
1. ¿Qué tipo de relación tengo con esta persona?
Cuando se va a tratar un asunto tan importante y tan personal como la salvación, es excelente tener una relación como base de esa conversación.
Por ejemplo, si tu tía te pregunta: “¿Cuántos pedazos de pastel te comiste?” Quizá te molestes, pero si te lo pregunta tu nutrióloga es diferente. ¿Por qué? Porque tú ya tienes una relación con la nutrióloga en la que ella te ayuda a tomar mejores decisiones en relación a lo que comes. Ella tiene el derecho de preguntarte eso, porque tú se lo diste.
Antes de hablar de las verdades difíciles del evangelio, pregúntate qué tipo de relación tienes con esta persona y si te ha dado el derecho de hablar de cosas personales. ¿Te ha confiado asuntos personales? ¿Te ha pedido consejos? O ¿sólo se saludan en la calle porque son vecinos?
Una relación de mucha confianza, te permite explicarle de manera más extendida y profunda cómo el evangelio impactaría su vida, mientras que una relación más superficial, quizás sólo te permita comentarle lo básico del evangelio y dejarle un folleto.
No es necesario detenerte si no te ha confiado sus secretos más íntimos, pero la relación que tienen debe afectar la manera en que compartes el evangelio.
2. ¿Por qué le quiero compartir el evangelio?
A veces estamos tan enfocados en que debemos de evangelizar que no nos detenemos para preguntarnos cuál es nuestro motivo. ¡Y resulta que el motivo es igual de importante para Dios que la acción!
¿Por qué se me ocurrió con mi compañera de clases sobre la importancia de ser salva después de su cirugía? ¿Por qué pienso invitar a la vecina que me robó unas macetas a la predicación del evangelio? ¿Por qué le quiero regalar un folleto a ese chico que se parece a Noah Centineo?
Quizás mis motivos sean sinceramente la gloria de Dios.
O quizás tenga otras ideas que influyen en mis hechos.
Es bueno hacer lo bueno. Pero, es bueno hacerlo después de haber examinado mis motivos ante el Señor.
¿ Cuál es su trasfondo religioso y familiar?
El trasfondo de una persona la ha moldeado en gran parte. No es el único factor, pero algo importante a considerar antes de compartir el evangelio es su percepción de ciertos conceptos.
Si una persona fue criada con la idea de que es más importante ser amable que decir la verdad, ¿cómo le vas a presentar la verdad de su pecado? En el caso de alguien que creció en una religión muy estricta, en donde el transgredir las reglas implicaba el abandono total de los seres queridos, es necesario comunicarle el amor incondicional de Dios. Al compartir el evangelio con uno que siempre ha creído en Dios y nunca ha hecho nada al respecto, ¿qué vas a decir para mostrarle la urgencia del evangelio?
¿O qué tal situaciones más delicadas?
Si el papá de alguien lo abandonó cuando tenía seis años, es bueno considerar la mejor manera de hablar de Dios como Padre. O si la religión de alguien le enseñó la reencarnación como verdad, ¿cómo vas a presentar el tema del juicio después de la muerte? Si la persona no cree en Dios pero cree en las energías, ¿qué le vas a decir sobre el mundo espiritual y la batalla por su alma?
El evangelio no cambia, pero sí se puede presentar de una forma apropiada dependiendo del oyente.

Estas tres preguntas no son razones para no compartir el evangelio, ¡para nada! Sólo son cuestiones a considerar antes de compartir el evangelio con alguien.
Así podremos compartir el evangelio de una manera más amorosa, mas eficaz y más considerada.