Hoy voy a compartir con ustedes algunas experiencias recientes.
En mis primeros 12 meses como misionera, aprendí:
- A qué huele la marijuana. Nunca antes me había tocado estar cerca de donde se fumaba.
- Que digo cosas que confunden.
- Que es fácil leer la Biblia sólo para enseñar dejando a un lado mis propias necesidades espirituales.
- Que entre menos cosas tengas, más fácil es mudarte. ¡Créeme, si piensas mudarte pronto, empieza a desechar todo lo innecesario desde ahorita!
- El poder de la oración de mis hermanos (en apoyo). ¡Mi corazón rebosa cuando un creyente me dice que está orando por mí!
- Cómo se siente cuando la persona que te está criticando no tiene idea de qué es realmente tu situación.
- Que aún no sé cómo reaccionar cuando cito un versículo para comprobar una verdad y me contestan, “Sí, pero…” ¿Cómo vas a contradecir la Biblia?
- A abrirme a oportunidades de hablar con desconocidos aunque no tenga ganas. Francamente, yo no quería platicar con nadie en la sala de espera del especialista, ¡pero la mujer que se presentó y comenzó a conversar conmigo ha asistido varias veces a la reunión!
- A qué sabe la amargura. El Señor obra de maneras misteriosas pero Él nunca deja de ser bueno.
- Qué es estar en una situación en donde no sé nada.
- A depender de otros. La independencia puede ser buena, pero Dios nos creó para amar a los hermanos y ser amados. ¡En un ambiente cálido de familia, florecemos!
- Que ir a visitar no es tan complicado. ¡Sólo es saludar, preguntar cómo están y hablarles de Cristo!