una lección de 2 semanas de ejercicio 

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Imagen de Martine Jacobsen en Unsplash

No soy fan de hacer ejercicio.

Nunca lo he sido.

Pero, resulta que es necesario para ser saludable.

Por eso, hace poco comencé un nuevo régimen de actividad física. Y al pasar por las diferentes etapas de sufrimiento (porque vaya que he sufrido), empecé a notar similitudes con la vida espiritual. 

Por ejemplo, la primera semana que hice ejercicio, lo estaba haciendo yo sola. Salí todos los días, incrementé los latidos por minuto de mi corazón y hasta sudé un poco.

En contraste, la segunda semana ya no estaba sola. Empecé a trabajar con alguien que me exigía más. No estaba sudando un poco, ¡estaba terminando empapada! Salí sintiendo que no podría dar un paso más. Al terminar mi sesión, mi cuerpo entero temblaba del cansancio.

Y eso me hizo pensar en mi vida espiritual.

Como creyente sí quiero salud espiritual, sí quiero leer y orar y servir. Pero, tal como el ejercicio físico, sólo lo hago en la medida de lo posible.

Es decir, hasta el punto de inconveniencia.

En cambio, el Señor, más que sólo un compañero, ¡es como un entrenador! Cristo me llama a lugares fuera de mi zona de confort. Él me pone cargas que yo jamás pensaba poder levantar. Él me pide que sirva hasta sudar.

Y como buen Entrenador, Él lo hace por mi salud.

Mi amigo no me manda a hacer 40 minutos de cardio intenso porque le agrada verme exhausta. Lo hace porque sabe que es lo mejor para mi cuerpo.

Cristo no me llama a orar o servir en dificultad sin razón. Lo hace porque es bueno para mi vida espiritual.

El estrés sobre los músculos, ya sea por lo pesado de las mancuernas o la cantidad increíble de sentadillas, los hace crecer; de eso cobran más fuerza. Y la prueba en la vida espiritual, también me hace crecer. Del estrés espiritual, voy a cobrar fuerza.

Y el Entrenador lo sabe.

Entonces, por más que pueda estar sufriendo y sudando en este momento, puedo tener la confianza de que Él es bueno y actúa para mi bien.

Comentarios: ¡me encantaría saber qué piensas!

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