Hoy soñé con tu mano en la mía, tus ojos en mí y en intimidad mi corazón al tuyo se unía. Luego desperté. Y eres realidad.
romance
Caminando por San Esteban
El muchacho me miró caminando por la calle empedrada y me ofreció su brazo. Me apoyé en él, pos porque ya no camino como antes, ni miro como antes y me puedo tropezar. Ese muchachito que acababa de comprar la casa de Goyo. No me conocía muy bien, pero muy respetuoso, él. Y yo soy de allí, de San Esteban. Tengo 75 años en la misma casa, en el mismo terreno de mi pa.

Me miró quién sae cómo… alamejor con tristeza o compasión… Pues, es que ya no stoy tan fuerte como antes, como él. No… de joven yo también caminaba derechito y con los hombros hacia atrás. No es por nada, pero sí me miraba muy bien, yo. Y más cuando me ponía mis botas vaqueras con mi cinto de cuero los domingos pal baile. Sí, en esos días yo caminaba derechito como él.
Saludamos a la nieta de mi compa Moncho. Ramón, pues, se llama, pero desde chiquillo le decíamos Moncho. Se me hace bonito que este muchachito salude a todos tan amable aunque no sea de aquí. Bueno, saludó más amable a la chiquilla que a doña Angelita, la de la tienda… pero, pos, ¿quién no? Doña Angelita de angelita no tiene nada… es bien gruñona. Y la muchachita esta…uufff…se parece a su abuela, Carmela. Ay, Carmela era una hermosura cuando Moncho y yo andábamos atrás de ella, los dos. Al final, se decidió por Moncho y pos, qué le íbamos a hacer. Me dijeron que me fuera pal norte y que con los dólares me la ganaba pero pos no le iba a hacer eso a mi compa. Moncho siempre fue bien derecho conmigo y yo con él, aunque los dos quisiéramos a la misma mujer. Pero sí… volvió a salir la hermosura pura de Carmela en su nieta y pos como que mi vecinito nuevo se dio cuenta.
Llegamos cerca de la casa. Goyo y yo construimos nuestras casas casi pegadas. Se me hizo bien triste cuando Goyo se murió y pos sus hijos ya no quieren regresar a San Esteban. Ellos se fueron a vivir a colonias más modernas con nombres elegantes como la Ciudadela y los Prados del Fresno o sabe qué árbol. Extraño al Goyo. Ya casi nadie queda que vivió lo que nosotros vivimos. Nadie se acuerda de cuando pasaban los revolucionarios a llevarse a los hombres a pelear y las mamás escondían a sus chamacos. Ni de cuando se acabó la guerra y nos empezaron a repartir los terrenos que ahorita ya todos vendieron a gentes que vinieron a poner casonas y tiendas en vez de tener parcelas y animales. Y pos está bien tener lugares bien bonitos pero, yo digo que ¿qué tenían de malo nuestras casitas? Miro a la gente igual de feliz o hasta menos felices que uno… y pos yo con Goyo siempre platicaba de esas cosas. Ora… ¿con quién voy a platicar? Este vecinito ya me viene diciendo cómo quiere mejorar la casa y pos yo pienso que no le interesa saber de nuestra vida antes, cómo era y cómo salimos adelante.
Le voy a dar las gracias al muchachito por ayudarme y ofrecerle un vaso de agua. No creo que se quede a platicar. Yo siento que tiene ganas de meterse rápido a su casa, siempre dice que tiene mucho trabajo por interné. Yo me acuerdo de cuando nos sentábamos afuera de las casas a platicar y es cuando más extraño a Goyo y a mi Ofelia. Carmela me rechazó, pero Ofe sí quiso conmigo y fue la mejor mujer que conocí. Siempre me trato bien mi Ofelia y cuando no, pos era bien merecido. Y platicábamos con Goyo y su mujer afuera de la casa en las sillas que Ofe tejía. Pero, si le ofrezco una silla y un vaso de agua a este muchachito no se queda porque tiene bien mucho trabajo.
Mi casa sigue de la de Goyo… pos ya no de Goyo, ¿verda? Ora ya es casa de este muchachito…¿cómo se llamaba? Ricardo. No sé si ya se cansó de ayudarme a caminar. Es que ya no camino como antes, ni miro como antes. Yo me venía por estas calles cuando eran de tierra. Caminaba derechito y a veces andaba a caballo por aquí y pos, me decían que bien galán. Pero… ya no. Ya estas calles son para Ricardo y los demás jovencitos. Ya no son mi calles.
su alma, mi amor
Me enamoré de ella. Sus ojos, con forma de almendra, llenos de alegría. Sus labios, que jugaban y reían. Su cabello, brillante en el sol y suave entre mis dedos. Su vo, música, ya firme, ya tímida. Pero, ah, ¡su alma! Me enamoré de ella.
Su alma que abría el corazón compasivo, al de corazón quebrantado, que sentía dolor y simpatía con aquel que contaba su sufrimiento, que compartía algo chistoso al que más necesitaba reír, que compartía sabiduría al que más lo necesitaba oír. ¡Ah, su alma! que me daba aliento, que era mi sol, mi luna, que era mi razón de vivir.
Me enamoré de ella. Sus ojos, rodeados de arrugas, llenos de alegría. Sus labios que juegan y ríen. Su cabello blanco y plateado y suave entre mis dedos. Su voz, música, ya firme, ya tímida. Y ah, ¡su alma! Sigo enamorado de ella.
Los tiempos de la Abuela
Carla suspiró al ver la Biblia abierta sobre la mesita.
Unos días antes su abuela había fallecido y ya estaban metiendo todas sus pertinencias a estas cajas de cartón. Su mamá estaba en la sala, llorando al guardar las figuritas de cristal que había coleccionado la abuela a través de toda una vida. Suponía que su papá seguía limpiando la cochera. Carla se preguntó por qué le habían dejado lo más difícil a ella. ¡La habían enviado a guardar las cosas de la recámara! Allí donde estaba toda la ropa que aún tenía el aroma al perfume de su abuela, allí donde aún estaba su argolla de matrimonio sobre el tocador, en la charolita plateada que tenía grabado su nombre: Evelina Abitahan, allí donde estaba la Biblia aún abierta sobre la mesa que estaba a un lado de la cama.
Él les respondió:
—A ustedes no les toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad.
El versículo estaba subrayado pero Carla nunca había entendido por qué su abuela lo citaba tanto. Habiendo tantos versículos consoladores sobre el carácter de Dios… y ya no tendría la oportunidad de preguntar.
Se talló los ojos y abrió el cajón de la mesita para empezar a vaciarlo. Sacó unos pañuelos blancos, bordados que olían a flores. Sacó un pequeño frasco de agua de rosas. Y luego, sacó un libro. Parecía que estaba forrado de piel y pensó que era otra Biblia, pero nó, era muy delgado. Lo abrió y de repente una luz blanca llenó la recámara. ¿Era una pantalla? Clara lo tocó y se sorprendió cuando pareció moverse la pantalla, ¡como si fuera una hoja de papel! Se dio cuenta de que era un libro pero cada página estaba alumbrada como si fuera una pantalla. ¡Nunca había visto algo así! Estaba a punto de llamar a su mamá cuando vio que había dos pequeños símbolos al pie de cada página: una bocina y un rectángulo. Tocó la bocina y dio un brinco cuando oyó la voz de una mujer. ¿No había cómo cambiar el volumen? Encontró el botón y lo bajó. Luego, se regresó a la primera página y, emocionada por descubrir más, tocó el símbolo del cuadrito que no reconocía. Pegó otro brinco cuando de la pantalla en sus manos se proyectó al techo el video de una joven que se peinó el cabello oscuro con los dedos antes de hablar.
— La Capital de México a 15 de junio de 2854. Este diario es el primero que me compro con mi propia moneda. Por eso decidí comprar la versión forrada en piel, sé que es un lujo pero no creo volver a tener la oportunidad de gastar tanto en algo personal. Además, este diario será el más especial hasta el momento. —La chica sonrió—. Este diario es el primero en el que mencionaré un nombre muy especial: Antoni. Conozco a Antoni desde hace tiempo, es del sur pero vino a la Capital por el trabajo. Trabaja con la Fuerza de Defensa Espacial. Como yo trabajo con la Organización de los Planetas Unidos, no tenía por qué conocerlo, ¡fue chiripa! Pero, hace unos meses, me pidieron organizar un evento conjunto de la FDE y la OPU y allí fue donde nos conocimos por primera vez. No tardamos mucho en conocernos bien y muy pronto él conoció a mis papás y yo a los de él. Nuestros valores son los mismo a pesar de trabajar en organizaciones que parecen tan opuestas. ¡Los dos estamos allí por las mismas razones! ¡Estamos seguros de que Dios nos llevó a conocernos ese día! Sé que en muy poco tiempo me va a proponer el matrimonio. Y estoy totalmente lista para decir que sí. Juntos podremos hacer tanto por nuestro planeta, ¡juntos podremos honrar al Creador cuidando su creación! Creo que nunca he sido tan feliz.
La recámara quedó oscura de nuevo. Carla no podía creer lo que acababa de oír y ver. Era como una historia del futuro… pero, ¿cómo? Dio la vuelta a la página y el libro comenzó a brillar de nuevo. Pulsó otra vez el símbolo del proyector.
— La Capital de México a 23 de junio de 2854. ¡Lo hizo! ¡Me propuso matrimonio! ¡Y después de sólo unos meses de conocernos! ¡Pero soy la mujer más feliz de los planetas! Y Antoni el hombre más lindo. ¡Mira, estoy llorando de felicidad! Sé que Dios tiene grandes propósitos para nosotros. En la oficina no pueden creer que me vaya a casar con alguien de la FDE, ¡pero es la persona correcta! Mis papás están felices porque conocen sus principios y él ha sido muy respetuoso con ellos. Ahora, empieza el caos de planeación de ceremonia de unión. Claro, siempre he soñado con una ceremonia como las bodas antiguas, con todo y flores, vestido blanco y argollas de oro, pero… lo antiguo es caro. Antoni cree que sería mejor gastar esa moneda en preparación de un hogar y una vida juntos. Y estoy de acuerdo… entonces probablemente hagamos una ceremonia de unión ordinaria: decoraciones de cristal, un sarí con bordado azteca para mí, y para él su uniforme, el changshan azul marino, y argollas láser. Es la opción más práctica. Lo que no hemos hablado es en dónde vamos a vivir. Mi departamento es muy céntrico, pero pequeño. Él tiene un condominio más amplio pero tiene un diseño totalmente jupiteriano y no me gusta. Además, el trabajo de ambos queda más lejos… a ver qué hacemos… ¡Ah! Y entre tanta emoción se me olvidó también algo muy importante. En el trabajo me están ofreciendo otra posición. Hasta ahora mi título ha sido “Intermediaria Suplente de la OPU al Planeta Tierra” pero ahora el Intermediario oficial, mi jefe, está listo para jubilarse. Me dijo que se quiere mudar a Marte, porque ahí hay muchas buenas actividades. ¡Yo jamás me iría ahí! ¿Por qué no Saturno? ¡Me dicen que es mucho más bonito que Marte! O ya que uno se va a mudar, pues a Casiopea en Andrómeda, ¿no? ¡Que sea una verdadera aventura! Pero bueno… cada quién. Pues, obviamente, a mí me ofrecieron el trabajo de mi jefe y estoy ¡súper feliz! Aún no le he contado a Antoni, porque me lo acaban de ofrecer hoy. Tengo hasta la próxima semana para darles mi respuesta final, pero obvio ya les dije que sí. Ya no estaría limitada a organizar eventos sociales entre organizaciones, sino podría realmente hacer una diferencia en comités, juntas y reuniones de las naciones de la Tierra y otros planetas. ¡Qué privilegio! ¡Qué oportunidad tan grande!
— La Capital de México a 29 de junio de 2854. Tenía varios días sin ver a Antoni. Parece que ahorita lo invitaron a participar en un proyecto muy grande y me da gusto por él. Está emocionado, y me dijo que dentro de unas semanas estará un poco más libre y podrá ayudarme con los planes de la ceremonia de unión. Mientras tanto, estoy ya preparándome para tomar el lugar de Intermediaria General de la OPU al Planeta Tierra. Aún no les he dado mi respuesta oficial pero, bueno… hoy por la mañana Antoni me llamó y me preguntó si podía salir a desayunar con él. Cuando lo vi, en lugar de llevarme a un restaurant me llevó a una bodega aérea. ¡Fue lo más raro del mundo! Tuvimos que dejar identificación oficial en la puerta, pero él me dijo que perderme el desayuno y todo el trabajo de firmar a la entrada y que nos tomaran foto y todo valía la pena… ¡y qué sorpresa me llevé! ¡Lo que me mostró fue algo increíble! Resulta que en el planeta Tierra hace unos 38 años, ¡alguien inventó un transporte temporal! Digo siempre se han oido rumores, pero resulta que la FDE la compró junto con los derechos de uso y luego solicitó que se clasificaran como Secretos Planetarios para evitar que cayeran en manos de alguien más. Allí está el transporte, sólo que nadie lo puede usar. Y ningún otro planeta lo sabe. Aún aquí, sólo hay rumores. Resulta que la FDE hasta saca rumores falsos para que nadie se entere de lo que realmente hay. Creo que en teoría Antoni no debe habérmelo mostrado, pero todo lo hicimos según el procedimiento y obvio no lo voy a decir a nadie… ¡y menos en el trabajo! Antoni me dejó en la oficina y justo le iba a decir de mi oportunidad cuando le llamaron de urgencia. Así es la vida de un oficial de la FDE. Le tendré que decir el sábado. El sábado me dice que ya estará más libre aunque no habrá terminado el proyecto.
— La Capital de México a 1 de Julio de 2854. No sé qué hacer. Hoy salí a cenar con Antoni. Me contó cuál es su proyecto tan emocionante y que le ha quitado tanto tiempo últimamente. La FDE lo quiere enviar a su estación en Venus ¡y él quiere ir! ¡Quiere que vayamos! Me contó con tanta emoción todo lo que podría hacer para la protección de nuestro planeta allá, y supuso que en la OPU podría solicitar que me transfirieran a las oficinas de Venus. Supongo que sí, pero… ¡jamás lo consideraré! ¡No sé qué está pensando! ¿Cómo irnos de este planeta que tanto amamos? Aunque sea para protegerla… ¡no me voy a ir! Estoy enojada con Antoni. Y triste. Fue una conversación tan larga y complicada que ni tiempo me dio de darle mis noticias sobre el puesto nuevo que me están ofreciendo en la OPU. ¿Cómo lo voy a persuadir que se quede?
— La Capital de México a 3 de Julio de 2854. Antoni y yo tenemos tres días peleándonos. Por fin le conté sobre el puesto que me ofrecen. Él obvio, supuso que les diría que no. Pero… si he trabajado tanto para por fin tener una voz en los comités interplanetarios. Por fin tendré el poder para hacer más que organizar fiestas. ¡Por fin, tendré un verdadero efecto sobre el futuro del planeta! ¡Y él se quiere ir! No sé ni como piensa ayudar a proteger a la Tierra desde Venus!
Ay… bueno, es injusto decir eso. Sé que cada estación de la FDE tiene su razón de ser y si lo van a mandar para allá es por que hay algo que hacer ella. Pero… ¿cómo vamos a arreglar esto? Él se quiere ir. Yo me quiero quedar. Y esos valores compartidos en los que yo tanto confiaba son los que nos están llevando a dos planetas distintos. ¿Dónde está Dios en esto? ¿Por qué permitió que nos conociéramos si quiera? ¿Para qué si sólo nos iba a guiar en dos direcciones distintas?
— La Capital de México a 10 de Julio de 2854. Pues ya. Ya se fue. Y obvio yo no fui. Me siento totalmente vacía. Él se fue aún convencido de que lo correcto es estar en Venus. Y yo no puedo más que pensar que debo permanecer en Tierra. No sé qué voy a hacer. Ya me ascendieron de puesto oficialmente, tengo mi primera junta en un mes. Pero, no tengo motivación. Sé que yo quería ayudar a proteger la Tierra pero ahorita, no sé ni para qué. Quizás todos los demás que viven aquí deben hacer algo por ella. Si ellos tienen ganas de vivir que se pongan a protegerla Tierra, ¡por que yo no quiero!
¿Qué voy a hacer? ¿Seguir trabajando como si la persona más importante del planeta no se hubiera ido? ¿Voy a seguir diciendo “Buenos días” como si realmente fueran buenos?
¡Mira! Otra vez me está llamando mi mamá. No sé por qué. No tengo nada que hablar con ella ni con nadie. ¿De qué vamos a hablar? ¿De que no tengo ni quiero futuro? ¿De que lo que según yo Dios me mostró sobre su plan para mi vida fue una mentira? ¿Qué me va a decir?
Es cierto… no tengo ni quiero futuro. Quisiera vivir eternamente como había vivido hasta la semana pasada…
Jajaja… si sólo tuviera acceso a ese transporte temporal… jajaja.
Espera. ¿Por qué no? Usarlo es ilegal. ¿Y qué? ¿No acabo de decir que no tengo futuro? ¿Qué importa si me ven o me atrapan? En el mejor de los casos estaré viviendo mi vida de nuevo. Y en el peor… sigo sin futuro. ¿Y Dios? No sé… Dios no me ha contestado en estos días. ¿Dios qué me va a decir? Me voy. Hoy por la noche voy a entrar a la bodega aérea y me voy a regresar al año en que nací. ¿Qué voy a necesitar? ¿Qué me llevaré? Hmmm… sólo este diario. Me lo voy a meter a la ropa. Así jamás olvidaré este momento.
— La Capital de México a 10 de Julio de 2854. Ya estoy adentro. No me costó mucho meterme. Como es bodega aérea no hay mucha seguridad por las noches. Sólo un soldado y me metí cuando él se fue a checar el sonido de un cristal que se rompió atrás de la bodega. ¡De todos modos no me gustaban esos vasos que me regalaron en la oficina! Traje unas unidades de energía por si no estaba lleno el tanque del transporte temporal, primero las voy a insertar y luego no tendré mucho tiempo para poner la fecha después de arrancarla porque el ruido va a alertar al guardia… aquí vamos. ¡Auch! Está vieja esta máquina me pellizqué los dedos. Ok, ya están las unidades en su lugar. Y arranco… ¡pero qué ruido hace! ¡Ay no! ¡Ya me oyeron! ¿Dónde quedó el teclado de las fechas? 2 de Febrero de 2854. ¡Ya!
La pantalla del libro se volvió negra. Carla rápido la tocó de nuevo para seguir escuchando la historia de la mujer tan atrevida como para robarse una máquina del tiempo. Pero las siguientes páginas estaban en blanco. ¿Qué le habría pasado?
Pensativa, cerró el forro de piel, pero en lugar de guardar el libro en la caja, lo metió a su mochila. Tendría que pedirle permiso a su mamá para quedarse con él. En el cajón sólo quedaba una cobija de bebé, suave, blanca y con las iniciales de su abuela en una esquina, E. A. Justo en ese momento, entró su mamá en la habitación.
—¡Carla! Te estoy llamando desde hace 5 minutos.
—¡Perdón, mamá! No te oí.
—Pues, sólo para decirte que vamos a pedir pizza. Una de pepperoni y la otra ¿de qué la quieres?
Carla ya no estaba oyendo a su mamá. Estaba viendo su cabello. Ese cabello largo, lacio y negro.
—Mamá, ¿qué sabes de las máquinas del tiempo?
—Clara, te estoy preguntando sobre las pizzas. Ahorita hablamos de eso.
— De pepperoni. ¿Alguna vez has estado en una?
— ¿En una qué? Ya te dije que de pepperoni íbamos a pedir. ¿De qué pedimos la otra?
—Pues, de lo que sea menos Hawaiiana. En una máquina del tiempo.
—Ok, dame un segundo. —Su mamá desapareció por las escaleras mientras Carla doblaba la cobija. Cuando regresó, se sentó en la cama y miró a Carla a los ojos.
—Ya regresé. ¿Por qué tantas preguntas de la máquina del tiempo?
—Ah… no. No tienes los ojos iguales. Nomás el cabello. Ya nada.
—Aaaahhh… ¿te refieres a tu abuela? Siempre me han dicho que me parezco mucho a tu abuelo, pero heredé el cabello exacto de tu abuela.
Carla frunció la ceja, su idea no podía ser la correcta… ¿o sí? Puso la mano sobre la cobija en la caja.
—¿Y esta cobija era de mi abuela cuando era bebé? Veo que tiene sus iniciales.
—Sí. De hecho, tu abuela tiene un pasado un poco triste… como ya sabes, tu abuela no fue hija biológica de sus padres. Pero, nunca te había dicho que la encontraron abandonada afuera de un hospital. Pobrecita, en febrero hace un frío tremendo y lo único que llevaba era esta cobija.
Carla no pudo contenerse.
—¿En febrero de qué año? ¿No tenía otra cosa con ella? ¿Como un libro? ¿O una carta? ¿O algo?
—Que yo sepa no. Pero, nunca me quiso contar ella la historia. Su mamá me la contó a escondidas una vez. Sólo sé que la encontraron envuelta en esta cobija el 2 de febrero de 1927. Era una bebé de meses.
—Mamá, ¡qué historia tan interesante! ¿Por qué nunca me habían dicho?
—No sé. Yo siempre pensé que a tu abuela no le gustaba hablar de eso. Siempre cambiaba el tema cuando surgía, no se enojaba. De hecho, siempre sonreía antes de salir con otro tema de conversación. Fue una de esas cosas que nunca le pregunté.
Se quedaron en silencio. La mamá de Carla pensando en los recuerdos de su mamá y Carla mordiéndose la lengua para no soltar el secreto.
—Pues, voy a bajar. Vente dentro de unos 15 minutos para comer. —Su mamá salió del cuarto y Carla cerró la puerta tras ella. Sacó de nuevo el libro y lo volvió a abrir. Pulsó el botón de proyector para ver la cara de la joven mujer. ¿Su abuela? Tenía que buscar una foto de ella de joven. Abrió el closet y buscó en los cajones del tocador, pero no encontró ni una foto. Pensó que quizás encontraría álbumes de fotos en la sala, pero ¿cómo explicarle a su mamá para qué quería ver las fotos? Mientras pensaba en cómo decirle a su mamá, hojeaba las páginas del diario sin realmente verlas. Entonces, al llegar al final, la penúltima página cayó abierta. ¡Tenía letras escritas!
No satisfecha con sólo leer este diario maravilloso, buscó el símbolo del proyector al pie de la página y lo pulsó. Se volvió a alumbrar el techo de la recámara.
— La Ciudad de México a 12 de enero de 2019. Siento que debo terminar esta historia. Nunca he intentado grabar en este diario desde la última entrada porque no sabía si funcionaría… la tecnología ha cambiado tanto…
Pero bueno, la razón por la que estoy aquí hoy es un error mío. En las prisas de escaparme del guardia de la boda aérea…jajaja ¡qué raro se siente hablar de esas cosas después de tantos años de silencio! Pues, en las prisas pulsé mal la fecha. El transporte temporal me llevó a donde lo pedí y en la condición que yo quería. Por un error de dedo, llegué como bebé el 2 de febrero de 1927, en lugar del 2 de febrero de 2827. Para mí, en ese momento fue un error, pero con los años, he visto que Dios no comete errores. Él me trajo a un lugar y un tiempo en el que por un lado, ¡no tuve opción más que quedarme en este planeta! Jajajaja… Y por otro lado, esta época me ha enseñado cosas sobre la paciencia y la tolerancia que creo que jamás hubiera aprendido en mi época nativa.
Estoy tan agradecida con Dios porque me trajo a un tiempo en el que yo pude conocerle mejor. En este tiempo, tan distinto al mío, tuve una niñez increíble, una niñez imposible en el siglo XXIX. No pude obtener un trabajo como el que había tenido, pero el trabajo que Dios me dio en esta época fue de enfermera. Y en este trabajo también, Dios me trajo a un buen hombre. Mientras que el amor de mi primera vida fue Antoni, jamás hubiéramos podido envejecer juntos. Pero, Juan Adelardo García Fournier ha sido para mí el esposo de mis sueños. Juntos servimos a Dios, criamos una familia y envejecimos. No fueron tiempos fáciles. La vida en el siglo XXI, ¡es tan difícil como se rumora en los siglos siguientes! Pero, fueron tiempos en los que Dios se mostró bueno. Lo que yo hice, en un berrinche inmaduro como una joven desesperada, Dios lo usó para mi bien, y espero, también para el bien de Antoni. Estoy segura que él pudo servir a Dios mejor sin mí, en su puesto en Venus. Y sé que mi Juanito y yo pudimos servir mucho mejor a Dios donde y cuando Él nos puso.
Quería grabar una última entrada porque tengo 92 años, ya se fue mi Juanito y siento que se acerca el tiempo en el que iré ya también a estar con mi Señor. No sé si alguien encontrará este libro. No sé si pueda llegar a manos de mi familia en la Capital en el año 2854. Me gustaría que ellos supieran lo feliz que he sido y lo mucho que Dios me ha enseñado.
La pantalla se apagó y Carla cerró el libro por última vez. Estaba llorando. Eran lágrimas de felicidad al volver a ver a su abuela, al oír su voz pero también eran lágrimas de tristeza por la pérdida de una mujer tan increíble.
Fue así como su mamá la encontró.
—Carla, ¡te dije que… ah, ver ¿qué pasó, mija? ¿Por qué lloras? —Su mamá la abrazó y el libro cayó olvidado debajo de la cama.
— Ya cariño. Yo sé que es una pérdida muy grande. Todos estamos tristes porque se fue, pero la veremos algún día en el cielo. No lloramos sin esperanza. Ella te amaba tanto… ¿Sabes que a ella le encantaba cuidarte de bebé? Decía que tu curiosidad te haría una gran aventurera, que serías como un Antoni. Supongo que estaba confundida con Alejandro el Magno…