La oración cambia las cosas. Este libro se basa sobre esa verdad para ofrecerles ideas a mujeres casadas cristianas sobre cómo pueden orar por su esposo y así transformar su matrimonio. Nos recuerda que la oración es poderosa y que no hay cosa demasiado pequeña para llevar a Dios en oración.
Cada capítulo habla sobre un aspecto de la vida del marido con anécdotas y ejemplos prácticos, por lo tanto, puede ser muy útil para una esposa que quiere orar por su esposo pero no está segura de cómo comenzar o que quisiera ver un cambio en algún aspecto de su matrimonio. Sin embargo, el capítulo sobre la sexualidad me pareció incompleto. En ningún momento menciona situaciones de abuso emocional (o cualquier otro tipo) y los efectos que esto puede tener en la vida íntima de la pareja. Parece que en este capítulo la autora solo está pensando en matrimonios en donde ambos son creyentes y buscan la voluntad de Dios, me parece que sería bueno aclarar que para lectoras que tienen esposo abusivos, sus anécdotas y tips prácticos probablemente no sean relevantes ni de mucha ayuda.Es un libro que puede guiar a la esposa creyente a ser más activa y más perseverante en sus oraciones. Recomendaría este libro a cualquiera que desea servir mejor a su marido en oración o mejorar algún aspecto de su matrimonio. Pero, si en el matrimonio hay graves problemas, no será suficiente y, tristemente, la autora nunca aclara eso.
Mi Dios, te pregunto a veces
¿Por qué, oh, Señor?
Esta tragedia.
La dificultad.
¿Por qué me llevas por el valle,
valle de la sombra de muerte?
La fría crueldad
de la tormenta
entra a mi alma.
Y ¿por qué hay tanto qué sufrir?
Pero, hoy, mi pregunta es otra.
¿Por qué no, Señor?
Yo ya no sufro.
Pero otros sí.
¿Por qué, para mí, la tormenta
desvaneció como la niebla?
Cuando alrededor
veo tragedias,
valles de sombra
y ¿por qué a mí no me tocó?
Cada cristiano ha pasado por ese momento en el que se pregunta por qué Dios no le ha contestado su oración.
Le pedimos salud y el cáncer aún asedia.
Le pedimos protección y sucede el accidente vehicular.
Le pedimos ayuda con nuestros hijos y siguen rebeldes.
En Daniel 3: 17 y 18, Ananías, Misael y Azarías estaban preparados para una situación así:
—He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Ellos sabían que Dios los podía librar del horno con que el rey los amenazaba. Pero, también reconocían que Dios no lo había garantizado.
“Y si no…”
¿Y si Dios no los libraba?
Aún le serían fieles. Aún le adorarían. Aún rechazarían a cualquier otro dios.
Porque aún si Dios no los libraba, seguía siendo Dios, seguía siendo bueno, seguía siendo digno de su devoción.
El Señor Jesucristo nos puso el ejemplo de cómo orar, hasta en la crisis más intensa:
“No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Esta oración es una declaración de fe como la de Ananías, Misael y Azarías.
“Señor, te pido salud. No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
“Señor, protégenos. No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
“Señor, toca el corazón de mis hijos. No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Con esa oración declaramos que Dios sigue siendo Dios.
Aún cuando no se hace lo que nosotros pedimos, aún cuando Dios no nos libra, aún cuando parece que no nos oye, Dios es bueno, justo y digno.
Quizás recibamos la respuesta más adelante. Quizás Dios nos tenga algo mejor. Quizás necesitemos aprender una lección. Sepamos o no la razón por la que Dios no nos ha respondido como queremos, podemos seguir el ejemplo de Ananías, Misael, Azarías y Cristo. Podemos confiar que Dios es es bueno, es digno y que, a final de cuentas, se hará Su buena, agradable y perfecta voluntad.
En la revista Esencia, publicaron un artículo mío sobre la oración.
Son pocos los que no conocen la historia de las plagas de Egipto que Dios usó para sacar a los Israelitas de su esclavitud. Pero si Dios hubiera hecho las cosas según quería Moisés, esa historia no existiría. [Leer más…]
Estos pensamientos se publicaron en la revista Esencia. ¡Espero los disfruten!
Los Israelitas tenían un Rey, pero durante toda la época de los jueces se rehusaron a reconocerlo.
¿Será que le pedimos a Dios cosas que ya tenemos?
La nación de Israel hizo esto con algo muy importante: el rey. El libro de los Jueces menciona con frecuencia que en aquellos días días no había rey en Israel (Jueces 17:6; 18:1; 19:1; 21:25) y me pregunto si esto refleja la perspectiva errónea de los Israelitas más que la realidad. [Leer más…]