¿Le tienes miedo a Dios?
No me refiero al temor de Dios en el sentido bíblico. Pregunto, más bien, si cuando te pasa algo malo, piensas en los días que no has leído tu Biblia. O cuando pecas, ¿te da miedo que te enfermes? ¿Sientes que si tú no complaces a Dios, Él te va a abandonar durante un tiempo “para que veas lo que se siente”?
Me temo que muchos creyentes viven bajo esa carga. Viven como si Dios fuera vengativo y rencoroso.
Pero, mientras Dios odia el pecado y se entristece cuando no hacemos Su voluntad, no reacciona con resentimiento.
El creyente en Cristo ha sido hecho hijo de Dios. Y Dios, mientras sí disciplina y permite que sus hijos sufran las consecuencias de sus acciones, nunca los trata con rencor. Es su Padre, padre que como el del hijo pródigo espera, siempre amoroso, siempre dispuesto.
Acabo de tener un bebé. Es pequeño y precioso. Y como recién nacido pasa mucho tiempo llorando. Llora cuando le limpio la carita. Pega gritos cuando le pongo crema. Se queja cuando le cambio el pañal. Y cuando, a las cuatro de la mañana está llorando porque tiene sueño y no se puede dormir, es extremadamente frustrante.
Aún así, cuando me estoy cayendo de sueño, acalorada del esfuerzo de estar arrullándolo o envolviéndolo con la cobija, frustrada porque no sé cómo tranquilizarlo, jamás se me ha ocurrido decirle, “Bueno, pues, si no quieres estar en mis brazos está bien. Quédate en la cuna sin la cobija que tanto peleas, sin el pañal del que tanto te quejas, sin la leche que primero buscas y luego rechazas.”
¡Claro que no!
Es un bebé que me necesita. Es mi bebé, mi hijo. Lo amo con todo mi corazón y daría mi vida misma por él. No tiene por qué temer lo que le voy a hacer. No tiene por qué tenerme miedo.
Nunca antes había entendido tan bien las palabras del Señor Jesucristo, “…si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas…?”
Si alguna vez te da la impresión de que Dios se está vengando por algo que hiciste, recuerda lo que haría una madre con un bebé recién nacido. Ese mismo amor que todo lo puede es solo una sombra, un reflejo de lo que Dios siente por sus hijos, por ti.