Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas. Eclesiastés 11:5
Cada uno de nosotros puede ser usado por Dios para cumplir Sus propósitos.
Él nos llama a obras y servicios específicos y si obedecemos, podemos servirle y tener el privilegio de ser parte de Su obra.
Pero, nunca debemos caer en el error de creer que sabemos lo que Dios está haciendo.
Para mí, es fácil creer que yo sé el siguiente paso de la obra. Puedo analizar cómo creo que progresará después de una serie de predicaciones, o suponer que después de cierta enseñanza se podrá establecer una asamblea.
La verdad es que realmente yo no sé.
Mientras yo me enfoco en la cantidad de niños que vienen a las clases bíblicas o en un espíritu de servicio que veo en algún hermano, el Señor está obrando invisiblemente en corazones que yo ni tomo en cuenta.
Leer este versículo fue un muy buen recordatorio para mí.
Yo soy sierva en la obra de Dios. Pero eso no quiere decir que yo sé o entiendo lo que Dios está haciendo. Mi propósito es obedecerle. Y sí, me corresponde enseñar y plantar semillas de verdad en los corazones de los que me rodean, pero también debo abrirme a cualquier posibilidad que Dios pone delante de mí.
Hace unos días, publiqué las razones por las que cada creyente debe ser misionero.
Hoy, en contraste, voy a compartir los peligros de no ser misionero.
Primero, veamos las razones por no ser misionero, creo que se pueden dividir en tres categorías:
egocentrismo,
cobardía e
indiferencia.
Bajo el egocentrismo caben las razones que tienen que ver con uno mismo.
“No tengo tiempo.”
“Me van a tachar de fanático y ya no respetarán mi trabajo.”
“ No puedo sacrificar parte del tiempo que dedico a la tarea por eso .”
La cobardía conlleva otro tipo de razones.
“No me puedo arriesgar a compartirlo allí.”
“Me sacarían del club si les contara del evangelio.”
“¿Qué tal si mi profesor me calla?”
Y finalmente, la indiferencia suena así:
“No sabría qué decir.”
“¿Cómo sé si les interesa o no el evangelio?”
“Ahorita no es el momento.”
Si esas son las razones (por no decir excusas) para no compartir el evangelio,
¿cuáles son los resultados cuando el creyente no comparte el evangelio?
1. Dios no recibe gloria.
Cuando se predica el evangelio, Dios recibe gloria. Gloria, por nuestra obediencia, por la obediencia de otros al evangelio y porque simplemente estamos hablando bien de Él. ¿Y cuando decidimos no predicarla? ¡Es como si quisiéramos privarle de Su merecida gloria!
2. Se pierden almas.
Cuando se predica el evangelio, almas se salvan. ¿Y cuando no se predica? ¿Qué tal si es la única ocasión cuando el pecador está dispuesto a escuchar el evangelio? ¿Qué tal si es el momento de más sensibilidad espiritual? No te lo quieres perder, ¡porque quizás se pierda esa alma!
3. Te pierdes un galardón.
Cuando se predica el evangelio, hay galardón para el que lo comparte. Dios premia cada servicio y obediencia. ¡Qué bueno es Dios! ¡Cuánta gracia muestra al premiar algo que le debemos de todos modos! Y qué privilegio tendremos al llegar al cielo, de poner a sus pies los galardones que Él nos ha dado.
Esta entrada parece bastante negativa. Pero, es importante hacernos estas preguntas.
¿Por qué no estoy compartiendo el evangelio? ¿Y qué me estoy perdiendo al no compartirlo?
Esta es la segunda entrada de tres sobre el cristiano misionero.
Antes de que me creas, te tengo que dar la definición de un misionero.
Es apenas en el tercer significado que se menciona el salir a otro lugar. Entonces, a pesar de la idea que tenemos sobre un “misionero,” realmente no se limita solamente al que se muda a otro país para predicar el evangelio.
Un misionero es aquel que predica el Evangelio.
Hay tres razones que yo veo en los principios de la Palabra de Dios por las que estoy totalmente convencida de que cada cristiano debe actuar como misionero.
1. El mandato a predicar.
Mateo 28:19 y 20 y Marcos 16:15 no sólo son mandatos a los discípulos en ese momento. Todos los creyentes de todos los tiempos los deben tomar para sí ¡y lo han hecho! Vemos ejemplo tras ejemplo de creyentes que compartieron el evangelio donde estaban, así obedeciendo el mandato y trayendo gloria a Dios. Algunos se dedicaban a predicar a tiempo completo, como por ejemplo el apóstol Pedro. Otros, se dedicaban a otra cosa, pero siempre compartían el evangelio cuando se les presentaba la oportunidad, como Priscila y Aquila. Otros, como el apóstol Pablo, ¡llegaron a hacer ambas cosas! Cristo es el Señor y nos manda a compartir el evangelio. Obedecer es nuestro deber.
2. La preocupación por otros.
Además de la obediencia, la consideración y el cuidado por otros también nos motivan a compartir el evangelio. El evangelio es la única manera en que el pecador puede saber sobre su destino eterno. ¿Cómo no compartirlo? Por más que nos desagrade alguien, ¡no podemos desear que vaya al infierno! ¡¿Cuánto más nos deben preocupar las personas que realmente amamos?! La preocupación por las almas que nos rodean nos va a impulsar a compartir el evangelio.
3. La expresión inevitable de la adoración.
He dejado para el final la razón que, al menos para mí, es la más importante. La adoración de Dios nos va a llevar a compartir el evangelio. Ya no compartiendo por obediencia, ni por preocupación por los demás, sino por amor a mi Salvador y Señor. Cuando veo a Cristo resucitado en gloria, cuando estoy en presencia de Padre con toda Su majestad, cuando me toca el corazón el Espíritu Santo adoro a Dios ¡y no puedo más que compartir las maravillas del Evangelio que brotan de mis labios!
Entonces, ahi tienes tres cosas que te convierten a ti, creyente, en un misionero.
Esta es la primera entrada de tres sobre el cristiano misionero.
En Semana de Pascua, tuvimos el apoyo de dos hermanas jóvenes, estudiantes en la universidad, que nos visitaron de Zapopan. Una de ellas, Marisolina Pérez, me permitió hacerle unas preguntas acerca de su trabajo con los niños en su propia asamblea. ¡Espero esta conversación sea de ánimo!
¿Cómo te involucraste en la obra con niños?
Yo empecé a ponerme en el lugar de ellos y fue cuando me empezó a interesar más lo que están viviendo. Ellos no sabían que el amor del cual carecen en su hogar, Dios se los quiere dar. Yo quise mostrarles ese amor de Dios, no sólo decirles que Dios los ama.
¿Qué es lo más importante para ser buen maestro de la escuelita bíblica?
Amar a los niños. Y tener disciplina, pero que no se vuelva una forma de desquitar tu coraje. Con la disciplina mostrar el amor. Hacerle saber que si lo estás disciplinando es por amor a él. Y no hacer diferencias entre los niños, por más que su personalidad no encaje con la mía. También es importante no pasar por alto el pecado que un alumno esté cometiendo porque es una manera de mal representar a Cristo, porque Él no pasa por alto nuestros pecados.
¿Es importante ser buen maestro de la escuelita bíblica? ¿Por qué?
¡Sí! Porque puede ser el futuro de la asamblea y porque sería más fácil enseñarles las doctrinas a los niños a una edad joven que enseñarlos a gente adulta. Pienso en Eclesiastés 11:9 y 12:1. Es que la juventud es una etapa en que le puedes dar tanto al Señor que el Señor podría ser honrado por muchos niños si se les enseñara el evangelio y a la vez podrían ser guardados de muchos pecados con sus consecuencias negativas. Siento la responsabilidad personal de saber esto y sé a quién se los debo ir a decir, no son a los adultos porque no están en su juventud. Los niños son los que van a llegar a su juventud y me siento con la responsabilidad de decirles que tienen algo muy importante que darle al Señor.
¿Cómo puedo tener influencia en la vida de mis alumnos?
Involucrándome con ellos. Por ejemplo, cuando pienso en cuando permito que personas influyan en mí… una razón es que ellos son ejemplo de lo que están diciendo y también que ellos hayan pasado por la misma experiencia por la que estoy pasando. En el caso de los niños, es decirles yo también fui de tal manera y tuve que hacer esto y lo mejor es hacer aquello y sí se puede.
¿Por qué te quieren los niños?
Porque los quiero. Porque no trato de ponerme en un nivel superior, obviamente tengo que disciplinarlos y debo mostrar cierta autoridad y hacer que me respeten de cierta manera. Pero no en el punto de creerme más o sentirme más que ellos. Ver que valgo lo mismo que ellos. Y creo que algo importante es adaptarte a la moda de los niños, hablar de cosas que le gusten y eso va a hacer que te quiera. Es importante adaptarte a la moda de los niños (mientras no te pases) es porque ellos se van a sentir que están en confianza y te van a querer contarte lo que para ellos en ese momento es importante o interesante.
¿Qué es lo más difícil de la obra con niños?
¡Que no los puedes salvar tú! Y esperar a que puedan comprender el evangelio.
¿Y qué es lo mejor?
Cumplir el versículo que dice “Dejad a los niños venid a mí y no se lo impidáis.”
¿Un maestro de la escuela bíblica es misionero?
Sí, es que tienes que invertir tiempo en pensar qué carácter tiene y cómo debes tratarlo. Buscar la manera de atraerlos a ti, de romper la barrera, de cómo mostrarle amor, orar por él, invertir en él… ¡dinero también! Invitarlos a tu casa… es lo mismo que ser misionero, ¡pero con pequeños!
Debería de haber compartido esta entrada ayer, pero ¡se me pasó!
Vamos casi a la mitad de febrero. Justo las fechas cuando muchos se están dando cuenta de que ya no se sienten motivados a cumplir sus propósitos de año nuevo. Pero hoy, les voy a compartir mis propósitos evangelísticos para este año.
Voy a regalar folletos en el mercado. Cada semana compro fruta y verdura en el mercado. ¿Por qué no llevarme dos folletos y regalarlos a los que me venden sus productos? Sería lo más sencillo del mundo.
Todos los días voy a orar por la predicación del siguiente domingo. A veces no es posible asistir a la oración previa a la predicación. ¡Pero sí puedo orar por esa presentación del evangelio entre semana!
Voy a publicar un versículo evangelístico en FB y mis otras redes sociales cada semana. ¡Hay que sembrar la semilla!
Una vez al mes, voy a invitar a alguien a la predicación.
Esos son mis 4 propósitos evangelísticos para el 2017. ¿Cuáles son los tuyos?