
El otro día, estaba escuchando ministerio sobre el libro de Jonás y terminé preguntándome si los creyentes aveces no nos parecemos demasiado a Jonás.
¿A qué me refiero?
Jonás era un hombre de Dios.
Nadie lo puede negar, era un profeta que realmente quería hacer la voluntad de Dios y llevar su mensaje al Pueblo de Israel.
Jonás también buscaba la justicia.
Sabía que Dios es justo y no sólo procuraba ser justo, sino esperaba que los demás también vivieran según la justicia.
Sin embargo, Jonás se apasionó tanto en su búsqueda de justicia, que llegó al punto de que los injustos ya no le importaban.
La justicia para Jonás ya lo era todo, ya no era simplemente una meta que todos debían tener. Había pasado de ser algo que él procuraba ayudar a otros a alcanzar, a una simple medida que él usaba para decidir si alguien era digno de su mensaje o no.
Al reconocer estas características en la vida de Jonás, tuve que hacerme unas preguntas.
¿Cómo trato yo a los injustos?
¿Mi conversación con ellos es un simple, “Serás destruido”?
O ¿les explico a los injustos cómo Dios en amor y misericordia busca rescatarlos de la destrucción?
¿Me parezco demasiado a Jonás?