Marcos 11: 2,3 y 6
Jesús envió dos de sus discípulos,y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá. …Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
¿Recuerdas la historia del burro que montó el Señor para entrar a Jerusalén por última vez? Muchas veces le damos el título de “La entrada triunfal.” Pero, ¿has pensado alguna vez en los dueños del burrito?

El Señor necesitaba algo que ellos tenían.
Y si no vivían en la ciudad, es posible que no vieron para qué usó el burro. Pero, cuando se enteraron de que el Señor lo necesitaba, y sin saber para qué, dice la Biblia que , “los dejaron.”
“Los dejaron.”
Dejaron que el Señor se llevara un animal valioso de transporte.
¡Qué ejemplo!
¿Sabes quién más dio algo valioso al Señor, cuando se lo pidió?
Charles T. Studd, deportista.
Se dice que el joven Studd, en la universidad, era el Michael Jordan de su deporte. Era el héroe de su equipo y el ídolo de los estudiantes, su nombre era mencionado en cada hogar en Gran Bretaña. Hasta la fecha dicen que fue uno de los mejores jugadores de críquet que jamás ha existido.
Pero, Charles era salvo, entonces cuando escuchó a un misionero hablar sobre la necesidad de los millones en China que no conocían el evangelio, rindió al Señor su carrera como deportista profesional.
Y Charles T. Studd, en el apogeo de su éxito como deportista, se fue a China para predicar el evangelio.
En China cumplió los 25 años, edad en la que podría tomar posesión de los miles de libras esterlinas que su padre le había heredado. Pasó tiempo en oración en la presencia de Dios y finalmente, convencido de que el Señor le estaba pidiendo su fortuna también, regalo miles y miles de libras a otros misioneros para que los usaran en la obra del Señor.
A una familia Israelita que vivía fuera de Jerusalén, el Señor les pidió su burro.
A Charles Studd, el Señor le pidió su fama como deportista y su fortuna heredada.
Ninguno de ellos sabía para qué quería el Señor eso que tanto trabajo les había costado ganarse. Pero, cuando Él dijo, “El Señor lo necesita” estuvieron dispuestos a rendírselo.