Hoy les comparto un extracto de un libro de Amy Carmichael, misionera en India.
Si no tengo compasión de mis compañeros en servicio como el Señor tuvo compasión de mí, no conozco el amor del Calvario.
Si desprecio a los que fui llamado a servir, si hablo de sus puntos débiles quizás contrastándolos con lo que yo creo que son mis puntos fuertes; si adopto una actitud superior, olvidando “¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido?”* no conozco el amor del Calvario.
Si puedo fácilmente comentar sobre los defectos y los pecados de cualquiera; si puedo hablar de manera casual de los errores aún de un niño, no conozco el amor del Calvario.
Si me doy cuenta de que estoy dando por hecho las fallas de alguien, diciendo “Ay, es lo que siempre hacen.” O “Claro que ella dijo eso, o que él hizo aquello” no conozco el amor del Calvario.
Si disfruto un chiste a expensas de alguien más; si puedo despreciar a alguien en alguna conversación, o aún en pensamiento, no conozco el amor del Calvario.
Si puedo escribir una carta maliciosa, hablar una palabra poco amable o tener un pensamiento no compasivo, sin sentir dolor o vergüenza, entonces no conozco el amor del Calvario.
*1 Cor. 4:7
…
Si echo en cara de alguien un pecado confesado, del cual se ha arrepentido y el cual ha abandonado y permito que mi memoria de ese pecado afecte mi pensamiento y alimente mis sospechas, no conozco el amor del Calvario.
Si no tengo la paciencia de mi Salvador con las almas que crecen lento; si sé poco de los dolores de parto (severos y dolorosos) hasta que Cristo sea formado en ellos,* no conozco el amor del Calvario.
*Gálatas 4:19